El cimbronazo que vivió el Gobierno nacional en los últimos diez días, entre el revés en
las urnas con las Paso y la ola de fuego amigo que se desató en la cima del Frente de
Todos, dejó aún algunas esquirlas en ambos bandos de la coalición gobernante.
Porque un debilitado Alberto Fernández deberá reencausar rápidamente el rumbo para
tratar de revertir el resultado en las legislativas de noviembre, pero también porque la
vicepresidenta quedará expuesta si las dos recetas que ella puso en la mesa no alcanzan:
shock económico y cambio de ministros.
Cristina Fernández de Kirchner se deglutió todas las alternativas en días y deja poco en
el menú para un nuevo relanzamiento o más designaciones si con los nombramientos del fin de semana no alcanza. Por el contrario, si hay un nuevo revés en los comicios de noviembre, la preocupación es mayúscula y la gobernabilidad, muy probablemente, pase por otro lado.
Los que pagaron el mayor costo
Nadie duda que fue el Presidente quien hasta ahora acusó el golpe de las decisiones y la
avanzada de CFK. En horas, la vicepresidenta enhebró una reunión larga en Olivos el
martes de la semana pasada con detalles que llegaron a la prensa -presumiblemente a
través del ahora exvocero Juan Pablo Biondi-, y luego desató la aceleración a fondo de
renuncias. Con Eduardo ‘Wado’ de Pedro, el ministro del Interior, como el primero en
abrir una supuesta sangría de cristinistas del Gobierno que después no se produjo.
Por el contrario, el cristinismo se endureció, retuvo sus cargos y sumó alfiles para
rodear a Alberto F.
De Pedro sigue con el diálogo con los gobernadores, sumaron a Juan Manzur a la
jefatura de Gabinete y le metieron mano a la caja del ministro de Economía, Martín
Guzmán. Casi una serie de pedidos a la carta de CFK, que rápidamente se tradujeron en
hechos.
El otro que en algún momento puede llegar a pagar esa intermitencia es Sergio Massa,
el presidente de la Cámara de Diputados, que no jugó y generó más dudas entre los que
conocen los antecedentes del tigrense.
A ambos, a él y al Presidente, desde algunos sectores sindicales, empresariales y de las
organizaciones sociales, los llamaron para darles una señal de aliento. ¿Qué les dijeron?
Que si había una avanzada en contra del cristinismo duro iban a encontrar respaldo
desde allí. Los dos se quedaron a mitad de camino. Aunque uno con un par de balas más
en la recámara que el otro.
El impacto en Córdoba
En el distrito más antikirchnerista que tiene el país, el silencio de los jugadores locales
del FdT no pasó desapercibido. Por el contrario, el voto duro que los ayudó apenas a
superar el 10% el domingo de Primarias a la lista que integran Carlos Caserio, Gabriela Estévez, Martín Gill y Olga Riutort se mostró enojado.
Las bases del kirchnerismo en Córdoba no venían conformes desde el armado de la
boleta, eso se trasladó a la campaña y luego a la fiscalización en la elección.
El lunes, después que había pasado el tembladeral, Caserio y Estévez reaparecieron en
Twitter, tras un largo silencio. Ese mismo día, en horas de la mañana, en Buenos Aires
empezaron a dar señales de que en Córdoba había cambiado el interlocutor: no son
pocos los que ya se inclinan por apuntalar a Gill como diputado que el ya lejano deseo de retener la banca en el Senado.