Por Eduardo Bocco. Finalizó el marketing, comenzó la gestión. Los nuevos gobernantes y sus allegados tienen ahora la misión de construir y de darle forma a lo que prometieron. Manos a la obra podría ser el título que merece una breve aclaración: después se verá. Llaryora llegó a la Gobernación con algunas protestas fuertes para las cuales no se vislumbra una solución inmediata. Por ejemplo, las más notorias son los reclamos por la deuda que mantiene la Nación por la Caja de Jubilaciones por un lado, y los subsidios diferenciados que recibe el Amba respecto de todo el interior del país.
El Deportivo Córdoba se sentía muy satisfecho porque ambas esferas serán conducidas por exfuncionarios del exgobernador Juan Schiaretti.
Osvaldo Giordano está a cargo del Anses y Franco Mogetta de la Secretaría de Transporte. Ambos llegaron por recomendación de Schiaretti, aunque éste lo niegue de manera casi caprichosa e infantil.
Ahora bien, si Llaryora piensa que los recién llegados al equipo del presidente Javier Milei van a comportarse como soldados de la causa Córdoba, puede cometer un error.
En resumen, tendrá que advertir que cambiaron de camiseta, lo cual no quiere decir que de buenas a primeras se convirtieron en enemigos.
Giordano es un calificado experto en manejar el sistema previsional, pero eso no quiere decir que el lunes lloverán millones a las arcas provinciales. Esto es así porque no los tiene. La definición “no hay plata” se ha convertido en eslogan de este gobierno y la inventiva criolla ya la estampó en remeras y letreros.
Deberán buscar una solución ingeniosa para que la situación no se desbalancee para ningún lado. De todas maneras, la presencia de Giordano le da ciertas garantías al gobernador, que lo prefiere una y cien veces antes que a un técnico con acento porteño, habitualmente proclives a taladrar a lo que esté a más de 50 kilómetros de la Capital Federal.
Con los subsidios al transporte pasa más o menos lo mismo. Mogetta no es el mago Coperfield y lógicamente carece de poder para hacer ilusionismo.
Llaryora lo sabe y si las respuestas se demoran lo peor que podría hacer es ponerse el trajecito de víctima porque una actitud semejante ya salió en el diario de ayer, es decir es vieja.
En sus primeras horas como gobernador, el sanfransisqueño dejó en claro que no será un fiel obediente de todo lo que haga y diga Milei. Mantiene una diferencia conceptual básica con el presidente: la necesidad de avanzar con la obra pública, que actúa como un factor multiplicados de la economía.
Seguramente, con el correr del tiempo todo encontrará su sendero más apto para que el tránsito no sea tan complejo. Salir de las sendas escarpadas es casi una obligación.
Pero hay que tener cuidado con las promesas de cumplimiento imposible, sobre todo en el estado actual de las cosas, y a partir del esquema que planteó Milei, que tiene al control de los gastos como prioridad fundamental.
No está en el horizonte de los nuevos inquilinos de la Casa Rosada bancar proyectos de obra pública, lo que de ninguna manera quiere decir que esté bien. Sólo estamos dando un dato, porque eso es lo que va a pasar en el corto plazo.
Por otro lado, Llaryora deberá lidiar con otro frente que se presume muy pesado: la espantosa falta de seguridad que se da en Córdoba. En estos últimos 24 años, ni Schiaretti ni De la Sota dieron en el clavo en este tema y, lejos de controlarla, se agigantó.
También hay otro título viejo: no depende de nosotros la falta de seguridad. Obviamente la situación económica incide pero no es la única causa.
Hoy el narcotraficante da más soluciones a la población (sobre todo de escasos recursos) que el Estado, entonces aparece un problema que de una vez por todas hay que encarar.
Entonces, volvemos al principio: se acabó la hora de los diagnósticos, es tiempo de comenzar a resolver los conflictos.