La devaluación que el gobierno concretó a horas del golpe electoral que recibió en las primarias del 13 de agosto fue, muy probablemente, una de las peores medidas en lo que va del año. Se dirá que con el diario del lunes es fácil llegar a esa conclusión, pero en la previa había muchos elementos para entender que podía pasar lo que finalmente paso. El pase a precios fue instantáneo, en parte porque las empresas y comerciantes no tienen referencias claras de precios ni de costos de reposición, con lo cual retocaron en pocas horas todos sus precios.
Tampoco se logró contener la demanda de dólares oficiales y el paralelo tocó un techo histórico nominal con la brecha nuevamente llegando al 100%. Todo eso se explica por una simple razón: el Central no tenía reservas, o poder de fuego para calmar la sed de dólares que demandaba el mercado.
Así, todos los efectos “positivos de una devaluación” se licúan en poco tiempo. ¿En cuánto? Los economistas Jorge Vasconcelos y Maximiliano Gutiérrez estiman que sus efectos se desvanecerán en poco más de dos meses.
“La devaluación del 14 de agosto no parece estar consiguiendo ninguno de los objetivos que se persiguen cuando un gobierno implementa una medida de este tipo: fracasó en términos de reducción de la brecha cambiaria, generó una frágil acumulación de reservas (basada en posponer pagos de importaciones) y sí generó una fuerte aceleración de la inflación. El saldo es efímero en términos de sector externo y de agravamiento de las tendencias de deterioro en el frente interno. La inflación entró en el andarivel de los dos dígitos mensuales y el tipo de cambio real estará volviendo al nivel previo a la devaluación en pocas semanas más”, remarcan en un trabajo que divulgaron en las últimas horas.
Y para desmenuzar la “mala praxis” que implicó esta devaluación proponen compararla con la de enero de 2014 que en términos relativos fue similar, al estar en el rango del 18%, cerca del 22% que se experimentó hace menos de un mes.
En ese sentido subrayan que la inflación promedio mensual de 2014 aceleró al 4% en los dos meses siguientes a la devaluación, de modo que el traslado de la devaluación a precios fue 46% en dicho bimestre, para luego desacelerar lentamente a un promedio mensual del 2,2% y terminar agotando la competitividad generada por la devaluación en 11 meses. Y sostienen que ahora se espera que los efectos de la devaluación en términos de “competitividad cambiaria” se estarán agotando en poco más de dos meses.