Por Eduardo Bocco. El recoleto auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) fue el escenario para este segundo debate de los cinco candidatos presidenciales que competirán el domingo 22 de este mes y se observaron algunos cambios importante si se hace una comparación con el cruce similar realizado una semana antes en el Forum de Santiago del Estero.
La que más modificó el planteo fue la representante de Juntos por el Cambio, quien se pareció a un equipo de fútbol que al terminar el primer tiempo iba perdiendo 0-2 y con ese resultado perdía la categoría. Por eso, abandonó su planteo pijotero y salió a buscar el empate para mantenerse con vida en este juego. E incomodó a Massa y a Milei, a punto tal que ambos balbucearon al responder preguntas picantes.
Cuando interrogó o enrostró a Massa el escándalo Insaurralde, el oficialista dudó mucho y dio unas cuantas vueltas antes de soltar una réplica fuerte: dijo que Martín Insaurralde dejó de ser candidato y jefe de gabinete de Axel Kicillof (gobernador de Buenos Aires) renunció porque él se lo reclamó. Y dijo recomponiendo la compostura que ella no había echo lo mismo con el diputado de su sector Gerardo Milman, supuestamente vinculado a la banda que intentó matar a Cristina Fernández, entre otros casos sospechados y turbios.
De todas maneras, su respuesta fue tardía. A la arremetida de Bullrich se sumaron Juan Schiaretti y Miriam Bregman, los cuales también desacomodaron al candidato oficialista.
Lo novedoso de este capítulo fue que Milei no dijo nada –o muy poco– de Insaurralde o el escándalo desatado en el llamado caso Chocolate. También llamó la atención que el gobernador de Córdoba se sumara a los reclamos por los casos de corrupción, cuando generalmente evita ese tipo de confrontaciones.
Sí Schiaretti fue contundente contra Massa cuando habló de los reclamos por la Caja de Jubilaciones y tildó al ministro económico de mentiroso ante la respuesta que le dio. Massa no se puso colorado nunca, cada vez que daba contestaciones flojitas de papeles a sus adversarios.
Como lo hizo Schiaretti con Córdoba, Massa trató de dar ejemplos de gestión con Tigre, cuando gobernó esa ciudad del conurbano bonaerense, dividida en lujosas zonas residenciales y sectores alejados donde las carencias y la marginalidad pegan fuerte. En este segundo debate, el gobernador aflojó un poco con sus recurrentes mensajes sobre la realidad provincial.
De todas maneras, en el tramo final de la discusión, derrapó y volvió a proponer que hay que exportar el cordobesismo a todo el país, lo cual no fue tomado muy en serio por los contrincantes.
Se dio también un rasgo interesante y que fue común a todos los candidatos: se los vio muy coutcheados a los cinco, lo cual los llevó generalmente a respetar el libreto escrito por sus gurúes que a responder e improvisar conforme la dinámica del debate. Y a esas cosas la gente no sólo las entiende sino que las descubre.
Y lo que pasó con Milei fue hasta gracioso. Cuando la irascible Bullrich le dijo que tenía una lista llena de choros, el estrafalario candidato respondió: “Vos también”. Este fue el mayor error del libertario porque, sin decirlo, aceptó la acusación. No negó nada.
También pareció tener una papa en la boca cuando tuvo que hablar del sindicalista Barrionuevo o de su proyecto para portar armas o vender órganos. Ahora también dijo que no dijo lo que dijo.
Pasó el segundo debate. Pocos creen que estos enfrentamientos puedan cambiar el destino de la elección pero le agrega picante. Al menos eso fue lo que se vio en la noche del 8 de octubre.