Por Eduardo Bocco. Es verdad que hay otras urgencias generadas a partir de la gravísima crisis económica que atraviesa el país, pero las principales fuerzas políticas piensan –con razón– un poco más allá y ya diseñan sus equipos para adentrarse en el escenario electoral de 2025, cuando se vote para elegir diputados nacionales (en otros distritos también elegirán senadores).
Cómo será la importancia del tema que, incluso en las usinas generadoras de ideas a largo plazo del presidente Javier Milei también miran de reojo esos comicios de medio término, que pondrán a prueba a la administración de La Libertad Avanza.
Referentes del oficialismo nacional reconocen sin hacer ruido que en Córdoba tienen muchos votos espontáneos y poca organización política” y agregan: “No tenemos un solo dirigente que capte votos por sí o que la gente lo conozca. Son buenas personas con buenas inquietudes, pero de armar… nada”.
Entonces, ¿qué deben hacer los amigos de Milei, encabezados por Guillermo Francos, para consolidar una estructura propia en cada uno de los distritos?
Salir a la casa de dirigentes de otras fuerzas políticas o referentes del mundo empresario, de la cultura o del deporte es casi una consigna no escrita para los libertarios del puerto, donde organizan todas las jugadas.
Y aunque no lo dicen, en Córdoba tienen un “preferido”: el senador nacional Luis Juez, que, sabiendo cómo viene la situación, evita pronunciamientos críticos en contra del presidente.
En la Casa Rosada ven a Juez como alguien “parecido a Milei”, con gran capacidad para acercarse a la gente. Podrá decirse que tiene muchos detractores, pero el jefe del Frente Cívico obtuvo una resonante victoria en el interior provincial en las elecciones de gobernador, que finalmente perdió por cuatro puntos a manos de Martín Llaryora.
Juez todavía no se recuperó del desaire de Rodrigo de Loredo, quien rehusó de ser candidato a vicegobernador en la creencia que el peronismo le dejaría campo libre en la pulseada por la intendencia de Córdoba. Una ingenuidad que lo dejó sin el pan y sin la torta.
La zanahoria
Pero ahora Juez está sobrado y elige si jugará esa partida y luego con qué cartas. Esto por una sola razón: su mandato como senador nacional vence en 2027. Entonces puede no ser nada en el 2025 y nada se alterará. Sin embargo, los libertarios tienen una zanahoria que la pondrán, más temprano o más tarde, delante de sus ojos.
Hoy Juntos por el Cambio está en ruinas y lo único que puede emerger es el radicalismo, con dos caras visibles para 2025: De Loredo, cuyo mandato como diputado nacional vence en 2024, y Mario Negri, que curiosamente y después de largos años hoy no tiene ningún cargo.
Esa es otra pulseada a tener en cuenta y seguir de cerca, aunque habrá otros dirigentes que posiblemente quieran terciar, como Ramón Mestre. También habrá que seguir de cerca al intendente de Río Tercero, Marcos Ferrer, cada día más líbero dentro de la interna radical.
De la kermese Juntos por el Cambio queda el PRO, pero todavía no tiene una figura que pueda aglutinar a los pocos dirigentes que dispone, aunque hacen más ruido que un batallón.
Y en el otro rincón está el otro peso pesado de esta historia: Juan Schiaretti, que ya empezó a trabajar casi en silencio, ubicado en una casona de barrio General Paz como bunker, desde donde pergeña su armado. Lo entusiasma haber concluido su tercera gestión del gobierno, en diciembre pasado, con una imagen positiva del 75%, que aún conserva en estos días, según algunas encuestas.
Desde su entorno íntimo dicen que Schiaretti quiere analizar bien la situación del país y de la provincia antes de embarcarse en una nueva aventura.
Llaryora es el primer interesado en que el exgobernador tome la posta y encabece la lista de la coalición que lidera el peronismo, pero el exgobernador se toma su tiempo. De momento, habla con muchos dirigentes, entre ellos con Mauricio Macri, con quien ha retomado el diálogo, lo cual no es un dato para soslayar.
Lo concreto es que está todo dado para que vuelva una contienda entre dos viejos conocidos: Schiaretti versus Juez, a menos que uno de ellos decida dar el beso de Judas.