Por Eduardo Bocco. Hace dos semanas, el prestigioso e influyente medio británico Financial Times publicó un perfil de la vicepresidenta Victoria Villarruel que tuvo impacto casi explosivo. El diario lo publicó en sus redes sociales y casi de inmediato la número dos del presidente Javier Milei lo reposteó. Allí, una de las fuentes consultadas recomienda “observarla atentamente… porque está lista para todo”. Eso fue al título.
Minutos después, la titular del Senado borró la nota reposteada pero pasó un tiempo suficiente para que se hicieran capturas de pantalla y se redifundiera el informe inglés. ¿Le habrán pedido que lo bajara de la red social X (antes Twitter)? ¿Alguien se ofendió con la publicación?
El tema hizo ruido porque desde el propio poder central algunos integrantes alientan la posibilidad de que la vice sea “el reemplazo perfecto si algún día defecciona Milei”, lo cual es una afirmación por lo menos peligrosa. Obviamente, la titular del Senado no dice ni siquiera una palabra de la cuestión.
Por momentos y en lo exclusivamente institucional, a Villarruel se la ve como una escudera perfecta de Milei, que cubre algunos de los baches que suele dejar el presidente. La vice es un cuadro muy formado de la derecha ilustrada, reconocida históricamente por respaldar la democracia hasta un punto y luego saludar con entusiasmo el advenimiento de asonadas que se constituyen con el solo objetivo de tumbar los regímenes institucionales.
Ante la ausencia de Milei por su viaje fugaz a la cumbre de Davos, es presidenta en ejercicio pero aclaró de inmediato que no se mudaría a la Casa Rosada porque debe seguir trabajando en el Senado para conseguir, en su momento, la aprobación de la Ley ómnibus. Allí los libertarios la tienen difícil porque sólo cuentan con siete senadores propios que, incluso, no se llevan del todo bien.
Necesita imperiosamente de los gobernadores y sus representantes para sumar miembros. Le pidió el apoyo al gobernador Martín Llaryora, pero luego, al promocionar el encuentro en sus redes, dijo que se había reunido en Córdoba con “el gobernador Federico Llaryora”. Oficialmente, se le restó importancia al hecho y se dijo que sólo se trató de una confusión, de un furcio. En el Centro Cívico también le bajaron el perfil al tema. ¿Fue una casualidad?
La vicepresidenta estuvo en el Festival de la Doma y el Folclore de Jesús María, fue cuestionada por el músico Peteco Carabajal y devolvió la gentileza diciendo que se lo tomó con humor. ¿Será?
En su paso por Córdoba, participó de un almuerzo en Villa Allende con Llaryora pero en ningún momento habló de sus apetencias personales ni tampoco, como resulta obvio, de Milei y su entorno, especialmente con Karina Milei, la hermana presidencial y Secretaria General de la Presidencia, que tiene un poder imparable en estos tiempos.
Parecía que Villarruel se iba a comer la cancha y el propio jefe de Estado le daba aire cuando anticipaba que la mujer estaría a cargo de la defensa nacional y que el ministro que se designara reportaría con ella. Después, la corrieron del centro de esa escena y todo quedó bajo el mando de la nueva aliada, Patricia Bullrich.
La jefa del Senado no habla una palabra del tema, no protesta, diría que acepta estoicamente la “sanción”, pero no para de tejer vínculos con fuerzas de seguridad, fuerzas armadas y sectores vinculados a la nueva derecha nacional y también a los tradicionales integrantes de lo que alguna vez fueron las expresiones conservadoras.
Usa un lenguaje coloquial que no hace demasiado ruido pero es como la gota de agua que orada la madera, y no deja de avanzar.
Karina Milei le plantea una oposición feroz. Una fuente que conoce a la vice desde hace años comentó con una importante dosis de mordacidad: “Una es una intelectual católica y la otra una hechicera”.
De todas maneras, ese apego de la nueva referente nacional a los sectores que conceptualmente hablan de extirpar a como diere lugar al que se pasó de la raya en los ’70, merece un análisis mucho más cuidadoso y profundo. Eso ya volteó una democracia y costó años sanar las heridas.
Hay que tener claro que la señora está dispuesta a lo que sea, como bien lo dijo el diario inglés. Esto es el primer capítulo de una novela larga, que, por ahora, tiene más interrogantes que certezas.
Vuelan las ideas novelescas del redactor , cree ver bajo el agua.