Por Eduardo Bocco. El resultado de la elección del domingo 25 de junio habilita numerosos análisis y se pueden buscar las causas, tanto de la victoria de Martín Llaryora, como de la derrota de Luis Juez.
Por el momento, poco se habló de los factores que llevaron a cada fuerza política a crecer o a disminuir su caudal electoral, ya que todo se basó en el intercambio de críticas o en analizar la pésima actuación de la Justicia Electoral de Córdoba que, una vez más, parece no dar la talla para conducir procesos de esta naturaleza que básicamente tienen que ver con la salud de la democracia.
En un primer análisis que ponga el foco en los porqué del rendimiento electoral de los candidatos, pueden diferenciarse tres factores que justificarían el revés para el senador nacional de Juntos por el Cambio:
-El factor De Loredo
-El factor García Elorrio
-El factor Justicia Electoral, sin tener en cuenta las groserías cometidas por los magistrados a cargo del control de los comicios.
-De Loredo. El primer punto a tener en cuenta es la demora en la que incurrió para definir qué candidatura aceptaría: vicegobernador o intendente de Córdoba. El tema es macondeano porque parece extraído del realismo mágico. Una persona decide por sí, que cargo aceptará desdeñando por completo el valor de un partido político o una fuerza general. Un personalismo que, en principio, mete miedo. Hay que recordar que cuando argumentó las razones por optar por la carrera al Palacio 6 de Julio, incluyó un breve apartado para dar las gracias. A la hora de agradecer, en cuarto lugar dijo sin ponerse colorado: “A mí mismo”.
Volviendo al punto, su demora complicó las chances de Juez porque le hizo demorar su campaña, más allá que no tuvieran fondos como para afrontar una proceso costoso en medios de comunicación, tanto tradicionales como emergentes. El senador se quedó acelerando en la línea de partida varias semanas, mientras Martín Llaryora se paseaba orondo por las calles, saludando en su condición de candidato único.
Hay que decir en descargo del diputado nacional del grupo Evolución que la jugada del peronismo con la complicidad de Olga Riutort les destartaló la estrategia porque el opositor quería ser candidato a vicegobernador y luego candidato a intendente. Y con una ordenanza lo tumbaron. Aquí, sin embargo, hay un error compartido con Juez porque los dos dieron a entender que podría darse una doble candidatura. Y no tuvieron en cuenta que al frente no había bebés de pecho precisamente.
Eligió después la intendencia, porque seguramente entendió –con razón– que se luciría más y que su carrera política tendría mayor horizonte. En el propio peronismo aseguran que la fórmula Juez-De Loredo podría ser mucho más competitiva y que Llaryora podría haberse visto en serios problemas cuando se contaran los votos.
Debe haber pensado que con la derrota ante Llaryora, Juez debería pasar por el Anses a iniciar sus trámites de jubilación política. Y él se quedaba con toda la torta que implica Juntos por el Cambio y el radicalismo. Las encuestas dicen que tiene una luz de ventaja sobre su competidor Daniel Passerini. En todo caso subestimó al peronismo que, al otro día de la victoria provincial, salió a comerse la cancha en la ciudad de Córdoba. Hay que decir que nadie tiene el triunfo asegurado el 23 de julio, que todo está por verse, y que el PJ –por historia y antecedentes– cuando gana una elección, después te toma de cuello, metafóricamente hablando.
La estrategia de convertirse en jefe de la oposición es inobjetable y no merece reproches, pero hay que ver con mucho detenimiento a los adversarios tanto internos como externos.
Dentro de Juntos por el Cambio, valoran a De Loredo y a sus condiciones para liderar un nuevo proceso en la oposición provincial, pero le marcan la cancha.
García Elorrio. Hace unas semanas, motorizó la alianza de Encuentro Vecinal –agrupación que lidera– con los partidos de Juntos por el Cambio en la ciudad de La Calera, un bastión del peronismo. La alianza ganó la elección. Evidentemente se trató de un experimento novedoso y sumamente efectivo, además de llevar un candidato más que potable, Fernando Rambaldi.
El ex legislador decía tener 7 puntos de intención de voto en toda la provincia, aunque admitía que ese caudal podía reducirse a 5 puntos. Finalmente, y con la polarización, el domingo 25 obtuvo 3 puntos, lo que le permitió retener un legislador de los dos que ponía en juego. La elección no fue buena, por más de los aplausos que recibió su performance.
Juntos por el Cambio le ofreció una alianza provincial a él, que es visto como un antiperonista de pura cepa. Hoy juecistas y radicales refieren que él podría haber contribuido a que el resultado fuera otro, pero hay que decirle a los que lo reprochan que nadie puede atarse a coaliciones si no está de acuerdo con los objetivos que se persiguen.
“Parece el abuelito de Heidi pero no es tan bueno”, rezongan desde despachos próximos a Juez. Tampoco se trazaron una estrategia fina para atraerlo y primaron los celos y las desconfianzas cruzadas.
Justicia Electoral. Dejando de lado el torpe escrutinio provisorio, el organismo que controla los procesos electorales realizó una acción que debilitó a todos los partidos de la oposición. La ley obliga al Estado provincial a suministrar determinada cantidad de dinero a las fuerzas políticas que participan de los comicios para afrontar sus gastos de campaña. Tenían plazo para efectuar el depósito hasta el 22 de mayo, pero recién lo hicieron efectivo casi tres semanas después. Eso fue un bombazo para todos, y hubo presentaciones judiciales y reclamos airados de los opositores.
Cuando recibieron los fondos, todos se agolparon en redes sociales y medios para publicitar sus propuestas de campaña y sobre todo a sus candidatos. Fue un movimiento tardío que sólo tuvo un beneficiario: el justicialismo. No se acusa al Gobierno ni a los que fueron sus candidatos, simplemente se toma nota del tema porque si la Justicia Electoral hubiera activado sus resortes, posiblemente las autoridades provinciales habrían anticipado las remesas pero eso no pasó. Otra torpeza.