Por Eduardo Bocco. Daniel Passerini se subió al equipo que comanda el peronismo. Es decir, que llegó a la Intendencia de la ciudad de Córdoba y es el tercero detrás de Juan Schiaretti y Martín Llaryora, o de Martín Llaryora y Juan Schiaretti (esto porque las susceptibilidades están a la orden del día).
Es importante ver qué harán o qué pretenden hacer los tres dirigentes en 2017, cuando se vote para elegir gobernador. Obvio que antes está la elección legislativa de 2025, para lo cual el gobernador toca el tambor para que el candidato sea su antecesor en el cargo. Considera que es el mejor candidato para ganarle a Luis Juez, quien seguramente será candidato, tal vez por una alianza que lidere La Libertad Avanza, la fuerza que fundó el presidente Javier Milei.
Desde la escudería de Schiaretti recogen el guante pero le ponen algunos condicionamientos al convite: “Hay que ver cómo está la Provincia el año que viene”. Eso será decisivo para la resolución final porque el exgobernador “no va a querer arriesgar su capital político al final de su carrera”, reiteran los adláteres de quien fuera mandatario provincial durante tres períodos.
Uno de los puntos que entusiasma al llaryorismo es que si Juez se decide y compite, prácticamente obligará a su por ahora socio político, Rodrigo de Loredo, a enfrentarlo en las urnas, con lo cual habría tres listas. “Esto siempre conviene a los oficialismos”, se entusiasman los referentes de Llaryora.
Otros voceros del sector van más allá y sugieren que el año que viene el ex jefe del Centro Cívico tiene que ver muy bien las cosas, porque después se viene la elección provincial de 2027. Sin bien no dieron por hecho nada, dejaron una puerta abierta a una posible candidatura a gobernador. ¿Otra vez enfrentando a Juez?
Mientras tanto, a Llaryora se le bifurcan los caminos. Tiene por un lado la posibilidad de la reelección en Córdoba y, por el otro, la chance de intentar la aventura nacional que nunca abandonó a pesar de los enfrentamientos con Milei cada vez que el presidente le pisa la manguera y encuentra excusas para trabar o demorar envío de fondos a la Provincia.
Hay un permanente análisis de la mesa chica de Llaryora para determinar los pasos futuros. Para eso, dicen en el nuevo poder, que es necesario anticiparse a los hechos, predecirlos de alguna manera y a partir de allí avanzar en uno u otro sentido.
El tercero en discordia es el intendente Passerini, que empezó a los tumbos: primero tuvo que dar respuestas a una grosera irregularidad cometida por algunos de sus colaboradores cuando contrataron uniformes para los guardias urbanos. Luego sucedió el episodio que tuvo como protagonista a Gabriel Bermúdez, a quien debió eyectar del área Transporte por la acusación por la supuesta comisión de delitos de tipo sexual. Después vino la denuncia de Juez sobre supuestas irregularidades con los subsidios, en la que involucró a las firmas Tamse y Ersa.
Rápido de reflejos pidió la renuncia de 25 miembros del sector, como para frenar especulaciones. En realidad, en el oficialismo creen que detrás de todo esto está el propio Bermúdez, quien no tolera que le hayan soltado la mano. Esas fuentes desconfiadas dicen que el ex funcionario volverá a la carga con nuevos carpetazos a la brevedad.
Mientras, Passerini ojea su futuro. Como intendente no puede repetir ya que lleva dos períodos consecutivos (uno como vice y otro al frente del Ejecutivo municipal). Entonces, quiere decir que queda automáticamente habilitado para ser candidato a gobernador, salvo que quiera desensillar hasta que aclare y buscar, por ejemplo, una candidatura al Congreso nacional en 2027.
Todo puede pasar.