Por Eduardo Bocco. Así como El Indio Solari se jactaba y con razón de liderar “el pogo más grande del mundo”, la Cámara de Diputados de la Nación puede jactarse porque va a tener “la sesión más larga del mundo” al tratar la denominada ley ómnibus propuesta por el presidente Javier Milei.
El plenario del jueves pone en juego el modelo de país que pretende el gobierno nacional y el que está dispuesto a concederle la oposición, luego de más que trabajosas negociaciones entabladas para encontrarle una salida a los galimatías que presenta el proyecto. Ya hubo cosas que se sacaron de la discusión como la reforma política y otras en las que existe una dura pulseada como las retenciones.
Córdoba avisa y presiona: si no se eliminan las retenciones, nuestra provincia no firma ni vota, ha dicho el gobernador Martín Llaryora, quien el lunes pasado viajó a Buenos Aires para timonear personalmente esas negociaciones. Tuvo prolongados encuentros públicos con legisladores aliados y con los cordobeses para definir estrategias. En privado, también habló con representantes del oficialismo nacional. Siempre explicó que “el límite son las retenciones”. De allí para abajo, alfombra roja para negociar todo, o casi todo.
Esta nueva excursión a tierras porteñas le sirvió a Llaryora, de paso, para plantarse como dirigente nacional. Los gobernadores peronistas no lo tienen en cuenta debido a la particular mirada de Córdoba, ya conocida desde la administración de Juan Schiaretti.
Los colegas de Llaryora lo ven como un cuerpo extraño y por eso lo sacan de la pista en la que corren los justicialistas. Embanderado con el llamado partido cordobés, avanza solo y desafía a todos, incluso a sus compañeros del PJ.
No para, no para
Se convirtió, de buenas a primeras, en una figurita importante para la política argentina y siempre tiene un micrófono cerca para hacerse oír. Él había pensado refugiarse en la provincia para capear el temporal y así lo mandó a decir. La realidad marca otra cosa porque el proceso de instalación en la ciudad de Buenos Aires no paró.
Ese deseo de ir por todo no pierde espacio ni lo perdió, como ya fue dicho, a pesar de las informaciones en contrario que se difundían.
Esto debe seguirse de cerca y con mucha atención porque en la marcha para convertirse en el principal presidenciable de la oposición, tendrá sus rivales. El primero en esta lista es el kirchnerista bonaerense Axel Kicillof, quien se muestra como la contracara ideológica de Milei y su entorno.
Mucho sectores del peronismo, incluso no kirchneristas, lo siguen y mucho al gobernador de Buenos Aires, que es un soldado de la exvicepresidenta pero está alejado de La Cámpora y de los sectores que alguna vez fueron juveniles y que tuvieron mucho poder durante las administraciones K.
Deberá verse qué hace el radicalismo, siempre proclive a exteriorizar conductas estrafalarias que finalmente siempre ponen en riesgo la deshilachada estructura partidaria. El sentido común invita a pronosticar que el hombre debería ser Martín Loustau, pero las internas del centenario partido suelen aniquilar todo lo que tenga que ver con el pensamiento lógico para reinvindicar estrategias que prioricen los acuerdos chiquitos, sustentados en pequeñas ventajas. El radicalismo es como esos equipos de fútbol que se acostumbran a perder y muchos de sus dirigentes personales ponen el carro adelante de los caballos y se afanan por salvarse individualmente.
Después hay que ver el PRO. ¿Seguirá dándole respaldo a La Libertad Avanza? ¿Y Mauricio Macri? ¿El expresidente apostará a ser un titiritero detrás de bambalinas o volverá a jugarse y a poner la cara?
Estas elucubraciones pueden convertirse en materia abstracta y el gobierno nacional cumple medianamente con sus promesas y le alcanza para, más o menos, enderezar al país. En ese caso, habrá Milei para rato.