En 1991, César Martínez se quedó sin trabajo. “Yo trabajaba en una empresa de ingeniería, que era de primer nivel y estaba muy conforme allí. Si me hubiesen ofrecido un contrato de por vida, seguramente lo hubiera firmado, pero los planes de Dios eran distintos y probablemente mejores con los míos”, dice el fundador de la empresa.
“Nunca se me ocurrió ser desarrollista”, agrega, pero en ese momento se presentó en una licitación y ganó su primera obra civil: una casilla de guardia de 10 m2. Después le propusieron hacer una casa, otra más, esta vez en el Cerro y levantar un edificio en Alberdi, donde le pagaban con departamentos.
“No tenía idea cómo se administraba un edificio, pero ahí nació Betania I”, recuerda. “Se los vendí a mis amigos: llamé a uno por uno, 20 en total, y la empresa empezó a crecer, por lo que llamé a mis hijos para que se sumaran a esta aventura”.
Tras realizar algunas tareas en la firma, Rodrigo Martínez, optó por probar suerte fuera de Grupo Betania antes de incorporarse formalmente. Así, se desempeñó en KPMG durante cuatro años. “Pero volví, aunque fue una buena experiencia me di cuenta que lo mío estaba en la empresa que había fundado mi padre”, asegura.
También se sumó Sol, para desarrollar el área de Marketing y Comunicaciones, siguiendo la premisa que la compañía tiene desde el primer día: “El valor de la palabra es lo que cuenta. Es lo que nos ha distinguido desde los inicios y el sello distintivo de la empresa”.
Agustín, el más chico, se sumó al área de Ventas, y también tuvo la posibilidad de experimentar fuera de la empresa. Lo hizo con una inmobiliaria, experiencia que luego sumaría a la empresa para convertirla en nueva unidad de negocios.
En todo este tiempo, las claves en el desarrollo de Grupo Betania como empresa familiar, fueron:
-Implementación de un protocolo familiar
-Es un hito que todos los integrantes de la familia consideran clave. Se abordaron profesionalmente temas que al estar plasmados en el protocolo no deja lugar a interpretaciones. “Está pensado integralmente, pero pone el foco en el ingreso de la tercera generación. Si quieren trabajar aquí pueden hacerlo siguiendo los lineamientos que ya han quedado definidos”, dicen desde la empresa.
-Consulta a profesionales externos
-Ninguna empresa familiar es especialista en empresas familiares. En eso coinciden todos los integrantes de la familia Martínez y de allí la importancia de la consulta con especialistas para tomar las mejores decisiones para la empresa.
-Equilibrio entre familia y trabajo
-César Martínez (y sus hijos) lo repiten como una de las claves. “Las cuestiones de trabajo se hablan hasta el viernes a las 19 horas y se retoman el lunes a las 8. Sin ese equilibrio sería muy difícil para todos”, dice el fundador de Grupo Betania.
-Financiamiento externo
-Es uno de los grandes desafíos de las empresas familiares: financiarse más allá de su propia billetera y animarse a recurrir al mercado de capitales. Grupo Betania utilizó el pagaré bursátil y emitió una ON (Obligación Negociable) PyME garantizada para el desarrollo de productos específicos.
-Asociarse en proyectos específicos
-Suele ser uno de los puntos débiles de las empresas familiares. Sin embargo, Grupo Betania se animó a dar ese paso en algunos proyectos. “No le tenemos miedo a la asociación con empresas que piensen como nosotros”, dice César Martínez, quien añade un dato importante: cada proyecto que encaran tiene su financiamiento específico y eso se respeta a rajatabla.
-Los valores
-Los Martínez reconocen que todo lo anterior es muy importante “pero sin valores no hay nada”. “Nuestras creencias religiosas influyen mucho en nuestro proceder y estamos convencidos de que uno tiene que ser consecuente con esos valores todos los días de su vida. Tenemos muchas responsabilidades con nuestros empleados, clientes y proveedores. Cuando asumimos un compromiso, hacemos todo para cumplir”, señalan.