Los economistas Jorge Vasconcelos y Maximiliano Gutiérrez del equipo del Ieral de la Fundación Mediterránea analizaron el impacto de los compromisos de divisas generados por la importación de bienes desde el exterior. Y en esa línea es que analizan las medidas encaradas por el ejecutivo nacional –mantener diferimientos, proponer Bono a proveedores- y generaron una propuesta propia para que se puedan racionar las divisas, tratando de bajar los costos y daños colaterales para la economía doméstica y el comercio exterior.
Por ello es que destacan que el Banco Central viene recuperando reservas a un ritmo del orden de los US$230 millones al día, hasta un acumulado de 2,3 mil millones en las diez ruedas posteriores a la devaluación que llevó el tipo de cambio oficial a $800 por dólar. Sin embargo, estas tendencias del sector externo no pueden ser extrapoladas para el 2024, ya que involucran factores temporales. Recientemente, el Banco Central eliminó el requisito de “conformidad previa” para el pago de las nuevas importaciones, estableciendo un sistema escalonado de acceso según el tipo de bien o servicio. Los pagos podrán ser inmediatos sólo para el caso de las compras al exterior de hidrocarburos y derivados y energía eléctrica.
“A su vez, luego de 30 días corridos de la operación de importación, se dará acceso a las divisas para el pago de productos farmacéuticos o insumos para esta industria y fertilizantes o productos fitosanitarios. Para el resto de los bienes, los pagos podrán realizarse en cuatro cuotas. Esto es, un 25% desde los 30 días corridos; un 25% adicional desde los 60 días; otro 25% desde los 90 días y el restante 25% desde los 120 días corridos. Y, para el caso de vehículos automotores, la norma establece un plazo de seis meses (180 días) para los pagos de las importaciones. Extraoficialmente, se menciona que estas medidas son temporarias, mientras persista la “escasez de divisas”. Simultáneamente, a través de la emisión del BOPREAL, se busca que el problema de la deuda por importaciones acumulada hasta el 10 de diciembre “contamine” lo menos posible los flujos del mercado cambiario vinculados a las “nuevas” operaciones de comercio exterior”, marcan los economistas.
Así, para los analistas, el escenario sigue siendo de “frazada corta” porque hay otro objetivo que se intenta lograr, y es el de mantener a raya la brecha cambiaria. De allí que: a) se alimente la oferta del CCL con el 20% de las exportaciones que se liquidan; b) subsistan las prohibiciones para acceder al mercado oficial de cambios a aquellas empresas que operen en el mercado libre (CCL).
“El efecto colateral de (a) es una recuperación acotada de reservas y/o la cuotificación del pago de las nuevas importaciones; mientras el de (b) es el de una normalización más lenta de la relación entre importadores y proveedores del exterior. En esencia, es el típico problema que surge cuando, con pocos instrumentos, se intentan resolver varios objetivos a la vez (algunos de ellos, contradictorios entre sí). Se sabe que para enfrentar los problemas de escasez (de divisas, en este caso) puede haber racionamiento por “precio” o por “cantidades”. En el primer caso, el ajuste es “de mercado”, mientras en el segundo se requieren normas que, a su vez, pueden ser más o menos discrecionales”, remarcan.
El sistema “por precio” más a mano es el de la unificación cambiaria, y que sea el tipo de cambio el que defina el ritmo al cual habrán de evolucionar las importaciones, en función del equilibrio del sector externo, computando la herencia de un inédito saldo de “cuentas a pagar” en moneda dura. Así, los volúmenes de las compras al exterior serán “racionados” simplemente por el nivel que alcance el tipo de cambio, incrementado en un 17,5 % por la nueva alícuota del “impuesto PAIS”.
Sin embargo, también es entendible que el gobierno intente evitar un eventual “overshooting” cambiario, por los efectos que éste tendría sobre el precio interno de bienes y servicios que ya vienen presionados por la política de sinceramiento emprendida desde las primeras horas de la nueva gestión. En la medida en que la decisión sea racionar divisas por la cantidad de operaciones autorizadas los “daños colaterales” no desaparecen, se manifiestan de otro modo.
Propuesta. Vasconcelos y Gutiérrez sostiene que “aceptando la necesidad de “cuotificar” la disponibilidad de divisas, pero tratando de lograrlo a través de operaciones de mercado, podrían explorarse otras opciones para acotar el impacto de estos problemas de frazada corta”:
“Por ejemplo, para los importadores de bienes con plazos extendidos de pagos podría ofrecerse la opción de acortar ese período a cambio de realizar un “depósito indisponible” en pesos, de remuneración apenas simbólica, por una fracción de la operación. De ese modo, quizá pueda avanzarse más rápido en la normalización del comercio exterior, racionar por precio y no por cantidades esas operaciones y, además, esterilizar por cierto período una parte de la emisión de pesos que conlleva pasar a superávit de la balanza comercial. Mientras menos incertidumbre pueda lograrse en el cálculo de valor de reposición de los productos importados, más flexible y “horizontal” será la curva de oferta, con efectos positivos en términos de nivel de actividad y menor presión inflacionaria”.