Como toda crisis, el coronavirus ha puesto a las organizaciones y a las personas que en ellas trabajamos ante la gran oportunidad de explorar y profundizar en la práctica del teletrabajo o home office. Antes de esta situación se calculaba que aproximadamente entre un 25% y 30% de la población económicamente activa a nivel mundial utilizaba esta herramienta, sobre todo las economías más desarrolladas. La coyuntura global ha hecho que muchas organizaciones, hasta ahora reticentes a su implementación, estén venciendo rápidamente ese desconocimiento o miedo al cambio de esta alternativa.
En nuestro país, la posibilidad de experimentar una pérdida de control presencial de los colaboradores fue y es el motivo que dilató su aplicación. Mal que por bien no venga; ojalá no fuera éste, la pandemia está adelantando esta tendencia acompañada por las ventajas que nos facilitan las tecnologías de aplicación.
En estos días, muchos colaboradores se sienten más seguros y cuidados al utilizar esta posibilidad, lo que genera mayor compromiso y sentido de pertenencia en los proyectos que participan.
Pero más allá del presente, el teletrabajo nos pone de cara al futuro con sus bondades y desafíos a la hora de utilizarlo; no por una cuestión coyuntural, sino como una modalidad permanente que viene para quedarse.
Entrenando el nuevo hábito
Previo a la aplicación de esta herramienta cada organización debe analizar las tareas de cada posición, ya que no todas aplican y permiten su utilización de manera total o parcial.
Si bien al principio nos puede llegar a parecer como un “sueño” el trabajar desde nuestra casa, está claro que no es “estar de licencia con la compu en casa”, sino que implica un cambio en nuestros hábitos y más temprano que tarde vamos a empezar a descubrir distintos aspectos que deberemos trabajar y entrenar para que nos ayuden a sacar provecho de su correcta utilización.
Reglas claras conservan el clima familiar
A través del diálogo es importe acordar con los otros miembros de la familia algunas pautas a la hora trabajar en casa. En las oficinas generalmente están bien definidos los espacios y manera de compartir un mismo ambiente para ese fin. Pero ahora estoy en “mi casa”, con todo lo que eso significa y tengo que compartir “mi oficina” con mi pareja, hija/o y las mascotas, por lo que será clave consensuar algunos acuerdos familiares.
Paciencia y empatía
Principalmente al comienzo, es importante trabajar nuestra paciencia y empatía, no sólo para con nosotros mismos, sino también con el resto del grupo familiar y mis otros compañero/as de la organización que trabajan conmigo en la misma modalidad, que probablemente pueden encontrarse igual o más “confundidos” en un comienzo y sienta sus intervenciones como desubicadas, fuera de lugar e inoportunas.
Objetivos claros y administración del tiempo
Organizarnos implica ver cómo voy a administrar mi horario en relación a las tareas que hago, conocer qué herramientas tengo y considerar la capacidad de banda ancha que dispongo para conectarme en red. Es importante acordar con mi líder y el equipo de trabajo cuáles son los objetivos durante el día, con qué tareas me comprometo, como así también, pautar los horarios de almuerzo y breaks para que todos estén al tanto de nuestra disponibilidad.
Comunicación Efectiva
Como líder implica estar atentos a la comunicación e involucramiento de todos los miembros del equipo, saber cómo están, qué necesitan; pero trabajando la confianza y profundizando las habilidades de contacto emocional.
Somos seres sociales
De acuerdo también a la personalidad de cada trabajador es importante no perder el contacto social (más allá de este contexto, ahora disminuido por cuestiones sanitarias), el “contacto humano”, mis actividades de relacionamiento social y que no se torne mi vida totalmente “on-line”. Una vez culminado el contexto actual, podremos ir acordando distintos encuentros laborales de manera presencial.