En una sociedad basada en el conocimiento, inmersa en una cuarta revolución industrial, en donde la acumulación de capital humano tiene un lugar cada vez más preponderante en los niveles de productividad de los países, y en donde el envejecimiento de la población pone de manifiesto la necesidad de sumar cada vez más personas al sector productivo, la elevada proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan despertó una preocupación creciente en el análisis económico, sociológico y demográfico.
Un informe del Banco Mundial desarrollado en 2016 por los economistas Halsey Rogers y Rafael de Hoyos, indica que “hay 260 millones de jóvenes nini en todo el mundo, con porcentajes especialmente altos en las regiones de Oriente Medio, el Norte de África y Asia meridional”. Resaltan, además, que en América Latina y el Caribe hay 20 millones de jóvenes en esta situación, aunque esta cantidad es “ligeramente inferior al promedio mundial, pero mucho mayor que en los países de ingresos altos”.
Según el último dato disponible en la Encuesta Permanente de Hogares, correspondiente al segundo trimestre de 2019, en Argentina hay 580.170 jóvenes de entre 15 y 25 años que no estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo.
Esta cantidad representa un 11,6% de la población en dicha franja etaria, en línea con los porcentajes de jóvenes nini existentes en países de altos ingresos.
En el Gran Córdoba hay 39.329 jóvenes de entre 15 y 25 años que no trabajan ni estudian. Si bien la cantidad total de jóvenes en esta condición aumentó durante los últimos 10 años, en términos relativos se mantuvo constante, ya que la población en esa franja etaria también aumentó. En tal sentido, se puede afirmar que la cantidad de jóvenes nini ronda el 12% del total de jóvenes de entre 15 y 25 años. Los nini y la crisis económica.
La cantidad de nini en el Gran Córdoba hizo un pico en el año 2016, con un total de 50.182 jóvenes (15% del total), y luego se redujo considerablemente, para llegar a abarcar 39.929 en 2019 (12% del total).
Esta aparente buena noticia depende del destino que hayan seguido estos jóvenes. En principio, un joven nini puede dejar de estar en esa situación si comienza a estudiar, o si adopta una posición activa hacia el mercado de trabajo; es decir, si consigue un empleo, pero también si busca trabajo sin conseguirlo, convirtiéndose en un joven desempleado.
Por supuesto, también puede darse alguna combinación entre jóvenes que deciden simultáneamente estudiar y participar del mercado laboral. La cantidad de jóvenes de entre 15 y 25 años que se incorporaron al mercado laboral sin conseguir empleo aumentó considerablemente en los últimos años: la tasa de desempleo para este grupo poblacional pasó del 27,3% en 2016 al 30,2% en 2019.
La cantidad de jóvenes ocupados bajó de 114.380 a 99.229 en el mismo periodo. Estos resultados sugieren que, en el contexto de crisis económica, más jóvenes se suman al mercado laboral, pero encuentran dificultades para acceder a un empleo.
La situación tiene un impacto potencial considerable en las estrategias económicas de los hogares, dado que muchas personas, particularmente mujeres, abandonan las tareas no remuneradas del hogar en busca de un ingreso monetario. Una situación alarmante se da en aquellos que simultáneamente trabajan y estudian.
La proporción de jóvenes en esta situación pasó de un 11% del total en 2016 a un 6% en 2019. Nuevamente, se observa que, ante un contexto de crisis económica, muchos jóvenes postergan sus estudios para priorizar el ingreso monetario originado en el empleo.
¿Es un fenómeno asociado a la pobreza? La carencia de empleo y de estudios son características socioeconómicas vinculadas a situaciones de marginalidad y pobreza. En este marco, es frecuente asociar la población de jóvenes nini a hogares en situación de pobreza de ingresos.
En el Gran Córdoba, al segundo trimestre de 2019, el 68,6% de los jóvenes nini se encontraban en condición de pobreza.
La contracara de este hecho es que, actualmente, existen 12.522 jóvenes de entre 15 y 25 años que no estudian, no trabajan, no buscan empleo, y no se encuentran en condiciones de carencias materiales vinculadas a la pobreza de ingresos.
Si se analiza la distribución de estos jóvenes según el decil del ingreso total de las familias (en donde el decil 1 abarca al 10% más pobre de la población y el decil 10 al 10% más rico), se observa que el fenómeno es más presente en los grupos más vulnerables. El 30% más pobre de la población concentra el 77% del total de jóvenes que no estudian ni trabajan, en tanto que en el 30% más rico no se observan jóvenes en dicha situación.
¿Un fenómeno que afecta a las mujeres? La cifra total oculta algunas características propias: se trata de un problema que, tal como está definido, parece afectar principalmente a las jóvenes de sexo femenino.
Actualmente hay 27.867 mujeres en esta situación y 12.062 varones, es decir, la proporción es de siete mujeres y tres hombres cada 10 jóvenes. La proporción de mujeres de entre 15 y 25 años que no trabajan ni estudian es igual al 17% del total, mientras que en los varones este porcentaje se reduce a un 8%.
Sin embargo, la definición de un problema y los instrumentos que se diseñan para su medición son procesos que, más allá de las pretensiones científicas buscadas en su aplicación, están teñidos de construcciones ideológicas que suelen reflejar el statu quo de la academia. Estas construcciones determinan qué aspectos de un problema se pretende abarcar, pero también cuáles se deja de mirar.
En este caso, la definición apunta a jóvenes que no estudian ni trabajan, y la construcción de sentido con base en esta definición implica la caracterización de este grupo poblacional como adolescentes de sectores de altos ingresos que permanecen totalmente improductivos o de jóvenes de sectores marginales vinculados a la delincuencia.
Esta caracterización refuerza estereotipos, dejando de lado a la enorme proporción de jóvenes que realizan tareas en el hogar, y contribuye a la negación de estas actividades no remuneradas como parte esencial del funcionamiento de la economía. Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el 67% de los jóvenes adolescentes catalogados como nini cuidan de sus hijos, hermanos o adultos mayores. De ellos, el 95% son mujeres y el 5% son varones.
Si tomamos como válidas estas estimaciones, la cantidad de mujeres que efectivamente no estudian y no realizan trabajo alguno (dentro o fuera del hogar) se reduce a 2.834 para el Gran Córdoba, mientras que la cantidad de varones es de 10.744. En otros términos, cuando se incorpora a la definición de jóvenes nini las tareas no remuneradas desempeñadas en el hogar, el porcentaje real de mujeres a quienes se puede catalogar como jóvenes nini se reduce del 17% al 2%, en tanto que el porcentaje de varones se reduce solo un punto, pasando del 8% al 7%.