Desde joven Sergio Peusso trabajó en el negocio de su padre, Ángel Peusso. Con sólo 18 años viajaba a Buenos Aires para negociar con proveedores. Entre sus cualidades se destacaban su visión innata, su carácter emprendedor en todo proyecto que se proponía y era un adelantado para su época.
Con su partida, dejó su marca, no sólo en Peusso, si no en la sociedad, ya que fue un hombre luchador y siempre salió con la frente en alto. Compartió sus ideas y conocimientos siempre de forma generosa, sin egoísmo ni miedo a la imitación. Para muchos fue un maestro por sus aportes y experiencia en el mundo de los negocios.
La pandemia lo obligó a retirarse de la empresa, pero aún así no vio a ese hecho como algo negativo, sino que le trajo muchas satisfacciones: sintió orgullo al ver cómo sus hijos se ponían la empresa al hombro y pudo compartir más tiempo con sus hijas menores.
No sólo se conectó más con su familia, sino que pudo proyectar y soñar con nuevos desafíos, ya que tenía pensado dedicarse al negocio inmobiliario, algo que lo apasionaba.
Otro de sus nuevos objetivos era poner en marcha una fundación junto a otras personas, para ayudar a emprendedores, orientándolos en una vocación y capacitarlos en los negocios. De hecho, apoyó de manera constante a algunos de sus empleados de diversas formas: a tener su propia casa, a adquirir autos, los aconsejó y ayudó a organizarse para crecer. Él no quería dejar de retribuir a la sociedad, todo lo que ésta le había dado.
La filosofía de vida de Sergio fue el equilibrio y la pasión. Para él una persona equilibrada se sostiene en cuatro pilares: fe, familia, trabajo y amistad. Además, el motor para lograr el éxito, la calidad humana y el bienestar económico es siempre hacer lo que uno ama.