Por Eduardo Bocco. Los saqueos o intentos de saqueos y robos producidos en los últimos días en la provincia traen pésimos recuerdos a la sociedad, que sufre una de las peores crisis socioeconómicas de las últimas décadas.
El secretario de Seguridad, Claudio Stampalija, en su primera declaración pública tras los hechos sucedidos en Río Cuarto, habló de problemas en las políticas macroeconómicas y, posteriormente, aseguró que no hubo saqueos sino intentos de robos conjurados por la Policía, a la que elogió almibaradamente.
Aquí, antes que realizar un diagnóstico de la situación, habría que preparar las respuestas sociales y anticiparse a los hechos para evitar que se repitan. Eso, en la jerga policial se llama hacer inteligencia.
Lo que en realidad ocurre es que cuando se dan sucesos de esta naturaleza en una campaña electoral, todo tiene un tufillo político, y todos los participantes de la campaña electoral tratan de sacar ventaja y llevar agua para su molino.
Por eso de todo tiene que ver con todo, muchos candidatos salen a cabecear el centro y afirman sin ponerse colorados que la culpa la tiene el gobierno, ya sea local, provincial o nacional.
No hay respuestas contundentes sobre quiénes fueron los autores de los intentos de saqueos que dejaron maltrechos algunos locales comerciales. ¿Es gente desesperada, son bandas organizadas, son personas o son militantes que corren motivados por algunas mentes oscuras que tratan de sacar partido con el caos? ¿O serán personas que se suman a hacer su agosto en medio de esta situación difícil de controlar? Especialistas en seguridad y en acción social llegan a una coincidencia total: no hay un solo responsable sino varios responsables y en este tipo de casos todo tiene que ver con todo.
El gobierno debe tratar de mitigar las situaciones extremas de una parte importante de la población pero hay un pequeño tema: se trata de una administración en retirada en la que sus integrantes están buscando acomodar el cuerpo para enfrentar el futuro. Es, como dicen conspicuos dirigentes oficialistas y opositores, un hecho que suele repetirse pero muchos funcionarios están más pendientes de la campaña electoral que de solucionar problemas.
Stampalija cambió su discurso y luego de hablar de las fallas macroeconómicas, lo que en buen romance significa culpar al gobierno nacional, hizo foco en la gente.
Esto tiene dos aristas: una vinculada a la seguridad, a lo policial y a anticiparse a los posibles desmanes. Claro que es difícil, pero Córdoba tiene o debería tener una estructura adecuada a prevenir este tipo de situaciones. Hay una inversión más que importante en el área y es necesario que, cuando se la requiera, actúe con eficiencia. ¿Será mucho pedir?
La otra es el aspecto social, porque la provincia dispone o debe disponer de partidas para hacerse cargo de las familias que quedaron a la interperie porque el sistema las excluyó. Y esto no debe entenderse como la creación de una fábrica para inventar planeros, sino como la presencia del Estado en los rincones oscuros a los que nadie llega.
Después viene la fanfarria de la campaña electoral y todo lo exagera o trata de profundizarlo. Este tipo de problemas está más allá de todo eso y seguramente a cada uno de los que estamos fuera de ese hueco nos cabe una cuota parte de responsabilidad.
El 70% de los ciudadanos que no votó al estrafalario Javier Milei debiera entender que ese tipo de líderes al que tanto liquidan en estos días, no surge de un repollo. Ese tipo de líderes es parte de la sociedad.