El sacudón del sábado en la coalición Juntos por el Cambio, con ‘el autazo’ que se comió
Patricia Bullrich de parte del larretismo, casi no tiene antecedentes en la joven historia del
PRO. Ni siquiera se compara con el escenario de las Paso 2015 en Caba, cuando el actual
alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, derrotó en las urnas a Gabriela Michetti y
quedó solo en la carrera por la sucesión de Mauricio Macri en el territorio porteño.
Aquel primer antecedente de Macri por ‘retirar’ a Larreta y contener al gerente tan efectivo
como ambicioso que tiene el espacio amarillo, terminó originando la piedra basal del
larretismo que ahora va por la batalla final: Presidencia 2023. Un anhelo para el que antes deberá combatir en la de semifondo, la Legislativa 2021, para la que ya empezó a mostrar los dientes.
“Transpira gestión”
La frase es la que más le gusta al entorno de Larreta para definir al alcalde porteño. “Es así, es una realidad que cualquiera puede ver”, razonan cerca del hombre llamado a competir por el liderazgo opositor. Y es, al mismo tiempo, la definición que también utilizan para diferenciarlo del expresidente Mauricio Macri.
Sin embargo, no sólo es la descripción que hacen en el entorno más cercano de Larreta.
También lo definen así la fila de cordobeses que hace cada vez más asiduas las incursiones
en las oficinas del gobierno porteño en Parque Patricios. Radicales y dirigentes del PRO
-en cualquiera de sus vertientes- ratifican ante cada escala en Caba que el hombre tiene la
gestión en la cabeza. Todo el tiempo.
Es más, hace algunas semanas, una dirigente del PRO mantuvo una reunión personal con Larreta y llevó sus propios fierros. Mostró números, geolocalización y un mapeo completo de Córdoba que le gustó al Jefe de Gobierno porteño. “Es la evolución del Excel”, repiten en JxC. Es mucho más que encuestas: es un trabajo pormenorizado para el que hay que bucear porque no se ve en la superficie.
Esa inquietud e hiperactividad contrasta con la parsimonia que algunos le ven incluso
todavía a Macri. Aunque ésta no sea suficiente para definirse como larretistas en Córdoba.
Ninguno en territorio mediterráneo, la Tierra Prometida de Mauricio, se anima a saltar del barco y desconocer al fundador.
Del otro lado, un radicalismo tibio.
Es definitivamente la guerra amarilla la que marca el pulso de Juntos por el Cambio. De a
poco, la épica radical se empieza a desvanecer, se deglute en los errores del pasado y en los egoísmos de siempre, cediendo, una vez más, el protagonismo a un PRO que entiende cada vez más la importancia de la verticalidad política en tiempo de definiciones.
Mucho más cuando esa verticalidad -con otros modos, claro está- tiene similitudes con el
PJ y el olfato de los peronistas a la hora de ungir a un nuevo líder.
El radicalismo usó mal su bala de plata. El mensaje madrugador de sábado de Facundo
Manes diluyó rápidamente el sueño de esperanza blanca que muchos correligionarios creían
ver en el neurólogo y la tapa de los diarios fue copada por las damas: Bullrich y Carrió.
Las dos jugaron para Larreta para opacar a Manes, el radical al que los propios le empezaron a achacar falta de calle y timming político para no deglutirse toda la expectativa
generada con un video sin mística, como el que publicó en las redes.
Mauricio, para retener el bastión
Derrotado en Caba, cediendo en provincia de Buenos Aires, y viendo cómo avanza Larreta en Santa Fe y Mendoza, a Macri no le queda otra que retener ‘su’ provincia: Córdoba.
Eso se traduce en sostener al binomio Juez-Santos, el 1-2 que eligió para la Legislativa y que no tiene muchas ganas de resignar. Menos ante un radicalismo que de escuálido pasa a fofo, y viceversa. Nunca armado, sólido.
Sin embargo, le falta la lapicera. Los orgánicos tienen la firma y quieren algo más para
bendecir a Santos. Sin votos, se las ingenian para tratar de seguir bloqueando al exministro
y esa batalla puede tener humo blanco sólo con venia de Macri y Larreta. Hasta ahora, para
el único distrito que puede haber pacto.