Suena raro que, si se acuerda con el FMI y se evita el default, el gobierno de Alberto Fernández quede debilitado. Después de todo, tras casi dos años de pandemia y una crisis económica de larga data –que empeoró el FdT desde 2019- las únicas victorias
que puede mostrar la gestión de este Presidente pasan por el acuerdo con los bonistas en el 2020 y este principio de entendimiento con el FMI.
El resto fueron todas falencias porque, como señaló un schiarettista clave en el Congreso sobre el final de la semana pasada, a partir de ahí vinieron todas derrotas. Muchas de ellas ocasionadas a partir de errores no forzados y otras tantas por no contener el frente interno y romper su propia base electoral.
En definitiva, Alberto F. es víctima de un loteo que desde el arranque le fue perjudicial. La dueña de los votos fue CFK, los resortes en el Congreso los manejó ella, con su poderío en el Senado y la conducción de su hijo Máximo en el bloque oficialista en
Diputados y con un aliado tan clave como peligroso: el gobernador bonaerense Axel Kicillof, mandatario en el distrito que siempre lució como un polvorín ante cualquier tensión social.
Y ahora, cuando el albertismo podría muscular de una vez por todas y alcanzar cierta autonomía de la vicepresidenta, el acuerdo con el Fondo lo vuelve a tironear del ruedo de su ideología y tiene que salir a exponer críticas contra el organismo. Impostando un
rol que le da incomodidad y que lo vuelve a dejar a mitad de camino porque no le creen en La Cámpora, tampoco en el peronismo de los gobernadores y menos en la oposición.
Nadie compra el Alberto confrontativo con el Fondo
Por lo tanto, la desesperada búsqueda de votos en el Congreso por parte de Sergio Massa, Germán Martínez, Martín Guzmán y Juan Manzur terminará trayendo los frutos de la oposición. Sector que ahora, ante el reclamo de una parte de la sociedad que
culpa al ala PRO por la toma de deuda del expresidente Mauricio Macri en 2018, prefiere salir a mostrar madurez. Cerrar filas y relegar la agenda de los halcones para más adelante.
Porque, al margen de que el sector más duro de la oposición (Patricia Bullrich, Waldo Wolff y Fernando Iglesias) pedía no acompañar al Gobierno, parece haber triunfado el ala dialoguista después de la reunión por Zoom del domingo.
Post té de la tarde, los principales dirigentes se vieron las caras de manera virtual y el sector de la UCR que lidera el gobernador jujeño Gerardo Morales junto a los dialoguistas amarillos, como Horacio Rodríguez Larreta, todos decidieron acompañar.
El proyecto les permite a todos respaldar en general en el primer artículo, y mostrar reticencias en lo particular. Es decir, como oposición te respaldo, ahora ‘el cómo’ será el plan económico, los ajustes y otras yerbas y lo definís vos que sos Gobierno.
Entonces, con ese apoyo del arco opositor, con el respaldo de algunos gobernadores que no tienen feeling con Casa Rosada, tal es el caso de Schiaretti, los que no tienen los porotos son los dirigentes del oficialismo.
Por el contrario, lo de este final de semana en el recinto de Diputados puede ser con show para todos. Representará una parada brava como estreno de jefatura de bloque oficialista, para el santafesino Martínez y evidenciará aún más las diferencias en el FdT.
En la vereda opositora arrancó la temporada de comprar pochoclos y observar. Igual, tampoco están exentos de los codazos de hace unas semanas con un liderazgo que aún luce huérfano y donde la paternidad compartida no está dando sus frutos.