A los 88 años falleció el doctor César Serra, uno de los pioneros en Córdoba de la medicina cardiológica. Serra nació en San Francisco, el 28 de diciembre de 1932. Médico egresado de la UNC, doctor en Medicina y Cirugía y especialista en Cardiología, era uno de los co-directores del Instituto Modelo de Cardiología, centro de referencia para todo el interior del país.
El “Cardiológico” empezó a nacer cuando René Favaloro llegó para operar en el Hospital Córdoba. Allí trabajaba el doctor Serra, junto a sus colegas Carlos Balestrini y Juan Pablo Sala, quienes, ante los avances que mostraba la técnica de Favaloro, se entusiasmaron y decidieron darle vida a lo que hoy es el IMC.
En julio del 2017, Perfil Córdoba lo entrevistó ya que en mayo de ese año se habían cumplido los 50 años del primer bypass aortocoronario que encabezó Favaloro.
La nota completa:
César Serra y René Favaloro podrían haberse conocido en Cleveland, en 1970. Pero no pudo ser. “Fui a visitarlo como vicepresidente del Congreso de Cardiología que organizábamos en La Falda, para comprometer su presencia. Llegué al hospital a las 9 de la mañana y a las cuatro de la tarde aún no me había atendido”, recuerda Serra. ¿El motivo? La fiebre por el bypass. “Salía de un quirófano y entraba en otro. Así todo el día. No paraba nunca, tenía una contracción al trabajo impresionante”, recuerda uno de los fundadores del Instituto Modelo de Cardiología y referente de la materia en Córdoba y el país.
En mayo se cumplieron 50 años del primer bypass aortocoronario que encabezó Favaloro y esta semana el Presidente Macri le rindió un homenaje en una gala.
Con el tiempo, Serra y Favaloro llegaron a forjar una relación donde prevalecía el respeto mutuo y Córdoba terminaría adoptando un rol protagónico. Es que cuando Favaloro decidió volver a la Argentina desde Estados Unidos no tuvo una aceptación inmediata por parte de la comunidad médica y científica. “Cuestión de celos profesionales, nunca lo entendí”, enfatiza Serra. “Sacrifiqué todo para volver a mi país y no me aceptan”, le decía Favaloro.
Allí fue cuando Córdoba apareció en el mapa. “Lo designaron profesor emérito de la UNC si él se comprometía a venir a operar una vez por mes a Córdoba. Aceptó inmediatamente”, recuerda el cardiólogo nacido en San Francisco.
Y fue allí, en el Hospital Córdoba, donde se consolidó la relación que había nacido en los congresos médicos. Cuando Favaloro llegaba al Hospital Córdoba se encontraba con tres médicos que por aquel entonces tenían el sueño de la clínica propia: César Serra, José Sala y Carlos Balestrini. “No era un sueño, era una utopía, pensábamos que era algo inalcanzable…”, dice el cardiólogo en el living de su casa, una parte del cual se ha convertido en un estudio, ya que Serra no sólo no deja de estudiar, sino que además está preparando un libro que podría editarse en marzo del año que viene.
“Favaloro era nuestro ideal. Cuando viajábamos a Buenos Aires quedábamos deslumbrados por el trabajo que estaba haciendo. Cuándo podremos tener algo así nos preguntábamos”, recuerda Serra. Con el tiempo lo lograron. De hecho, el Instituto Modelo de Cardiología está cumpliendo 40 años. En el medio pasaron muchas cosas que afianzarían la relación entre Favaloro y Serra. “Un día lo llamé por teléfono y le dije: René, gracias, usted me salvó la vida. No entendía nada”, dice Serra. Un par de días antes le habían realizado un triple bypass y justamente uno de los discípulos de Favaloro, Miguel Ángel Chiappe, quien llegó a Córdoba y se quedó para siempre, estuvo a cargo de la operación.
-¿Qué sintió cuando murió Favaloro?
-Yo estaba en casa y mi esposa me dijo: René tuvo un accidente… Prendí el televisor y vi la placa en Crónica: se suicidó Favaloro… (Serra hace una pausa). Me largué a llorar (repite la frase tres veces y golpea levemente sus manos en el sillón).
Cuando retoma la charla, asegura que el desenlace se debió a que “estaba en condiciones de hacer lo que quisiera, pero se olvidó de la administración, de la gestión. Y cometió un error muy argentino: sobrevivir con subsidios. La situación se le escapó de las manos. A eso hay que sumarle que tenía sangre gringa, era impulsivo. Pero no tengo dudas: fue una de las personas más fantásticas que conocí”.