Por Gabriel Silva
No fueron buenas las últimas noticias para el radicalismo. La llegada de un Sergio Massa empoderado al ministerio de Economía, y la relación del tigrense con el presidente de la UCR Nacional, Gerardo Morales, es uno de los fuegos internos que trata de sofocar el centenario partido. Pero no es la única fricción.
Los gestos cada vez más asiduos –y directos- del diputado Facundo Manes al gobernador Juan Schiaretti; y el sector del radicalismo que sostiene el vínculo con el expresidente Mauricio Macri, amagan con fraccionar al partido en tres. Un mal síntoma después de la ilusión que muchos se habían hecho hace tan solo unos meses con la posibilidad de fortalecerse e ir todos detrás de un candidato propio. Casi un revival de la mítica Lista 3.
Teoría que muchos nostálgicos se encargaron de impulsar y darle fuerza en el segundo semestre del cargado 2021. Sin embargo, con el tiempo y a raíz de las alteraciones del minuto a minuto de la política nacional quedaron obligados a reescribir una desgastada hoja de ruta.
M&M. Cuando se conoció la jugada para que Massa desembarque de inmediato en Economía y con una botonera más amplia de la que tuvieron sus antecesores Martín Guzmán y Silvina Batakis, todos los cañones de Juntos por el Cambio apuntaron a Morales. O, por lo menos, pusieron la mira en el jujeño que comanda el radicalismo, que se sienta en la mesa en su rol de presidente de un partido de la alianza, pero que, además es socio del tigrense en Jujuy.
Sí, el gobierno jujeño está conformado desde el 2015 por una coalición que incluye al radicalismo y a hombres del Massa en algunos ministerios.
Por eso, a poco de nombrado el tigrense, el radical dijo que “era una oportunidad para el país”, que era “una bala de plata para el Gobierno”; y ante esas declaraciones, días más tarde dio marcha atrás al sostener que “los anuncios de Massa fueron generalidades”.
Igual, más de un socio de Juntos revolvió el archivo y recordó que en Gualeguaychú en 2015 el que estuvo muy cerca de acordar con los radicales fue el propio Massa. Jugada que se disuadió porque el mendocino Ernesto Sanz, por aquel entonces muy fuerte dentro de la UCR, acordó la llegada de Macri en lugar del tigrense.
Ahora, más de uno pone reparos al rol de Morales y los coqueteos que en algún momento tuvo con el massismo.
La otra M. Este es un problema de impacto más local que nacional, pues, las intenciones de Manes de acercarse a Schiaretti y sumarlo a Juntos alteró a los radicales cordobeses. Porque están aquellos que apuestan por debajo a esa fórmula nacional y quieren colarle el vice a Martín Llaryora en un arriesgado juego de transversalidad, pero también existen los que avalan a Manes y no quieren saber nada con el viento a favor que esto pueda ser para el PJ cordobés.
Como sea, nunca un top de la UCR provincial se largó con todo a cruzar la figura del neurocientífico. El único que le bajó la espuma al acuerdo entre el radical y Schiaretti fue el presidente del partido en Córdoba, el negrista Marcos Carasso. Hace un par de meses, y en la previa del encuentro en Villa Giardino, dijo que eso era posible recién para después del 2023.
Ahora, después del polémico documento que difundieron el viernes en relación a las declaraciones de Manes, de abrir la coalición a Schiaretti, Carasso volvió a ser foco de críticas internas en la coalición. Sobre todo, desde el PRO que piden que el radicalismo resuelva su cuestión interna con Manes. Algo que por ahora no se resuelve.
Los radicales macristas. En el medio, y abonando a la teoría de una ruptura en tres, están los radicales alineados con el expresidente Mauricio Macri. Entre ellos, uno que es clave como el senador Martín Lousteau.
El rol del economista es vital mirando hacia adelante y como prenda de negociación en una interna que por ahora no tiene resuelta el PRO. El tema es así, si Horacio Rodríguez Larreta no empieza a negociar la sucesión en Caba, Lousteau aparece como un problema.
El larretismo pide sucesión para un puro como el ministro de Salud, Fernán Quirós, o el jefe de gabinete larretista, Felipe Miguel. Algo que no es lo acordado con el nosiglismo que quiere dejar atrás los roces con Lousteau y fortalecer la candidatura del economista.
Atento a esta disputa aparece Macri, quien coquetea con su segundo tiempo y no le escapa a una Paso con Larreta. Para ello, instalar un radical como Lousteau en Caba puede ser una maniobra ajedrecística elemental.
Todos síntomas de un radicalismo que vuelve a ser víctima de su propia medicina: la fragmentación.