A fines de marzo del 2020 y durante algunos meses posteriores, la producción industrial debió meter un freno de mano inédito y reducir su actividad a niveles muy cercanos a cero. La incursión del coronavirus estaba haciendo sus primeros estragos en un sinnúmero de empresas grandes y pequeñas.
La vuelta no fue fácil, con el rediseño de células productivas, distanciamiento social, estrictos protocolos de trabajo y la reorganización de los equipos de trabajo para reducir las probabilidades de contagio y propagación del virus. A ese marco sanitario se sumaba otro no menos complejo: la volatilidad de la economía argentina, palpable en este caso, por el incremento de la brecha cambiaria y las consecuentes restricciones para acceder al dólar, pieza clave para que la industria pueda importar sus insumos.
Por todo ello, cuando a comienzos de agosto la planta que Renault tiene en Santa Isabel produjo la primera pick-up Alaskan se vivió como un hito, al que se sumaría otro, el inicio de la producción en serie del modelo en noviembre y el lanzamiento comercial.
El mercado respondió a las expectativas de la compañía y de un proyecto industrial que demandó US$ 600 millones, en alianza con Nissan: la preserie de la pick-up se colocó en pocos días. Brasil es el mercado por excelencia para este nuevo producto made in Córdoba, pero desde la compañía ya adelantaron que comenzaron a trabajar para sumar nuevas plazas extra Mercosur. Y que quieren poner a Santa Isabel “a punto para producir 50.000 vehículos en 2021”, luego de haber cumplido 65 años en Córdoba.
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