La “guerra contra la inflación” entró en su primera fase. Preanuncios, anuncios con mucho de intencionalidad y recetas que ya se usaron en el pasado con poco o nulo éxito. El dato de la inflación de febrero -4,7%- y la de los alimentos en particular -6%- no da más margen para esquivar el problema y activó los tiempos en la Rosada.
Pasada la negociación por el acuerdo con el FMI, que generó fuertes daños internos en la coalición gobernante, ahora la agenda del gobierno se centra en bajar la velocidad a la inflación.
Pero como se está viendo desde el fin de semana, con los primeros anuncios, la lucha por la baja de los precios se va a afrontar con controles de precios, ley de abastecimiento, aumento de los derechos de exportación de la harina y aceite de soja en un 2% para financiar un fondo de estabilización del precio del trigo y la convocatoria a representantes empresariales, sindicales y de organizaciones piqueteras.
“Se trata de las mismas medidas que se vienen anunciando y aplicando hasta hoy. Dado que la inflación se mantiene creciendo, la decisión de ir a la guerra con las mismas armas con las que se viene perdiendo todas las batallas, sugiere que la estrategia oficial es usarlas con más intensidad”, marcan desde IDESA.
Para esa entidad, el interrogante principal a dilucidar es si con más intensidad en esas herramientas alcanza. Para llegar a una respuesta proponen que se analicen tres variables clave: según el Ministerio de Economía, entre el 2011 y el 2021 se observa que:
-El Producto Bruto Interno (PBI) en términos reales es un 3% inferior.
-La emisión monetaria acumulada en la década aumentó un 2.200%.
-La inflación en el mismo período fue de 2.000%.
Según Idesa, estos datos muestran que mientras la cantidad de bienes y servicios (PBI) es la misma que hace una década atrás, la cantidad de billetes emitidos por el Banco Central creció en 22 veces. “Habiendo 22 veces más billetes y la misma cantidad de bienes y servicios, no debería resultar extraño que los precios se hayan multiplicado por 20. En este marco, querer bajar la inflación con controles de precios, ley de abastecimiento, retenciones y acuerdos con dirigentes empresariales, sindicales y piqueteros es voluntarismo”, señalan.
Y remarcan que en la actualidad, el déficit fiscal obliga al Banco Central a emitir más dinero del que la gente quiere aceptar. El Banco Central recupera parte del exceso de emisión con Leliq y pases. Pero como este instrumento está saturado hay un exceso de emisión que presiona sobre los precios.
“Una guerra contra la inflación con la máquina de imprimir billetes funcionando a pleno es guerra perdida. Lo más contradictorio de la guerra contra la inflación es que para el gobierno es vital que la inflación siga siendo alta. En el acuerdo con el FMI se dejó claro que la decisión del gobierno es no reducir el gasto público. Incluso se seguirán expandiendo los subsidios económicos ya que las tarifas se actualizarán por debajo de la inflación. Esto es lo que permite hacer la ostentación de que es el “primer acuerdo que firma el FMI sin ajuste”. Pero para que esto sea posible se necesita seguir aplicando el ajuste inflacionario, como se viene haciendo hasta ahora. Es decir, apelar a que la recaudación aumente al ritmo de los precios, mientras el gasto público (en especial, las jubilaciones) lo hace a un ritmo inferior. Así entonces, la inflación es el único instrumento que juega a favor de moderar el déficit fiscal. Por eso, guerrear contra la inflación es dispararse a los pies”.
En esa línea, para Idesa, la manera de evitar el ajuste y bajar la inflación es ordenando el Estado. “Pero mientras siga prevaleciendo el desorden es inevitable el ajuste. El ajuste puede ser explícito (aumentando impuestos o recortando gastos) u oculto (apelando a que la inflación logre el mismo resultado licuando gasto). Lo que no es posible es el planteo del gobierno que pretende: no ordenar el Estado, no aplicar ningún ajuste fiscal explícito y reprimir la inflación impidiéndole que haga el ajuste licuando el gasto público”.