Por Gabriel Silva
“Hay que salir del laberinto de la grieta. Y la mejor forma de hacerlo, es por arriba, como en todo laberinto”. Repitió el gobernador Juan Schiaretti hace unos meses después del encuentro con el diputado radical Facundo Manes. Quien también tomó la frase del cordobés y la hizo propia.
Semanas antes de eso, un integrante del Congreso de diálogo directo con Schiaretti había comenzado a recorrer los despachos de la Cámara de Diputados buscando acuerdos entre el interbloque Federal y algunas bancas de Juntos. Y el mensaje era el mismo: salir de la grieta por arriba.
Sin embargo, en cuestión de pocos meses, la centralidad que recuperó la vicepresidenta Cristina Kirchner en los últimos días; más el rol protagónico que asumió Mauricio Macri después de unos meses en modo zen, pone en riesgo cualquier avenida del medio. Es más, desde ambos sectores de la grieta sostienen que el cordobés no tiene margen para la construcción de una alternativa de centro. Al menos por ahora.
La centralidad de Cristina. “Le movieron la correa al perro”. Así definió un funcionario schiarettista el fin de semana lo que estaba ocurriendo con la vicepresidenta y la tensión que se vivió en la puerta de su departamento. Allí en Juncal y Uruguay, en el exclusivo barrio de Recoleta.
Desde el arranque de la semana pasada, cuando el fiscal Diego Luciani cerró la ronda de alegatos en el marco de la causa Vialidad y las vecinas de CFK fueron a cacerolear a la puerta de su departamento, algo se activó en el PJ. El presidente Alberto Fernández quedó aún más lejos del poder que nunca ejerció; Sergio Massa se recluyó para realizar el ajuste que con un gobierno de otro color político tendría otras consecuencias y CFK volvió al centro de la escena.
Allí, en su departamento movió los hilos del oficialismo y también de la oposición. Puso en jaque a la grieta en su conjunto, agita el fantasma de candidatura top en el 2023 y encendió una mecha en el arco opositor que giró fuerte a la derecha. Algunos, de manera tardía como el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta que improvisó traje de halcón y se comió un fuerte cruce de Patricia Bullrich.
La presidenta del PRO ahora coquetea con la candidatura para suceder a Horacio y liquidar el larretismo en una sola jugada. Pero lo veremos más adelante.
Volviendo a Cristina, la vicepresidenta se divierte. Con el rótulo de ‘jefa’ les devolvió como un boomerang los problemas a la oposición –judicial, mediática y política-, cuando varios la subestimaban y cuando ella misma sabe que no hay chances de proscripción. Aunque algunos kirchneristas duros agiten esa chance.
Hoy tiene sometidos al Presidente, al ministro de Economía y tantea la candidatura que quiera: binomio presidencial o senaduría por la provincia de Buenos Aires. El tiempo dirá. Los gobernadores, preocupados; el peronismo en su conjunto, también. Cristina abrazó el sello como nunca en su vida y con esto se agarra de los símbolos. De la liturgia peronista completa.
El Jefe acomodó a los gerentes. Macri, por su parte, también acomoda la tropa y verticaliza. No es CEO, ese rótulo le queda chico. Es jefe, dueño, y así lo vieron los que compartieron algunas horas con él.
“Entiende el poder como ninguno. Mamó el poder desde el momento en el que agarró la primera mamadera. El resto está lejos”, soltó un amarillo que cayó a los pies del ingeniero, aunque por ahora tenga puesta otra pechera.
El capítulo Córdoba demuestra cómo vive el poder 2022. Casi con indiferencia a los patricios que lo desafiaron el año pasado, Laura Rodríguez Machado y Héctor Baldassi. Sabe del ninguneo de algunos cordobeses PRO pero no les achacó nada. Menos en público. Hacerlo hubiese sido mostrar debilidad.
Ordenó Santa Fe, quiere hacer lo mismo en Córdoba y después se meterá en Buenos Aires. Provincia y Ciudad; el Amba completo. La batalla clave en cualquier contienda electoral. El resto –Mendoza, San Luis y Entre Ríos- entra solo.
Macri y CFK presionan a Schiaretti. De un lado o del otro, en el medio no hay nada.