Cuando en diciembre del año pasado el intendente Ramón Mestre decidió pegar la elección municipal a la provincial comenzó a gestar, sin saberlo, uno de los mayores daños colaterales que dejó el 12 de mayo para el radicalismo cordobés: la pérdida de la capital de Córdoba, principal bastión del antiperonismo.
Y es que además de la apabullante victoria de Schiaretti en la Provincia la novedad más fuerte que dejó la jornada de ayer fue el triunfo de Martín LLaryora, que logró el 37% de los votos y será el próximo intendente. Con más del 90% de los votos escrutados mucho atrás quedaron las aspiraciones de Córdoba Cambia y el UCR: Luis Juez apenas llegó al 19,8%, en tanto que Rodrigo de Loredo tuvo que conformarse con pelear de cerca el segundo puesto, pero se quedó en un exiguo 17,7%. La elección de Llaryora, con una dimensión diferente a la de Schiaretti, también se erige como histórica ya que desde 1999 el peronismo no gobernada la Provincia y la ciudad.
Controvertido. Antes de la elección, los sondeos previos hablaban de que Llaryora podría cosechar el 35% de los votos. Semanas antes, los estudios de opinión de consultoras que trabajaban para El Panal daban cuenta que el sanfrancisqueño tenía un 50,1% de imagen positiva. El hombre del departamento San Justo llegó a una contienda vapuleado por la legitimidad de su candidatura en relación a su podía o no presentarse debido a la presunta inconsistencia de su residencia en la ciudad de Córdoba. De hecho, Llaryora emitió su voto sobre el cierre de la jornada, en una escuela de San Francisco. Recién el jueves 9, pocas horas antes de llegar a las urnas el Tribunal Superior de Justicia rechazó los recursos contra la oficialización de la candidatura de Llaryora como intendente. La decisión del TSJ “ratificó que las pruebas agregadas en la causa son suficientemente demostrativas de su residencia en la ciudad de Córdoba por el período requerido por la Carta Orgánica Municipal”.
Padre del triunfo. Una vez que el peronismo definió que el hombre para la Capital sería Martín Llaryora la instrucción del gobernador Schiaretti fue rotunda: trabajar todos unidos mancomunadamente dentro del partido para sostener la candidatura del sanfrancisqueño. Se dejaron de tender incluso los puentes hacia otras expresiones del peronismo, como el olguismo. La confección de la boleta única con la que los cordobeses votaron tramos de cargos para puestos ejecutivos y legislativos provinciales y municipales terminó por beneficiar las aspiraciones de un candidato con poco reconocimiento en suelo capitalino, pero con imagen aceptable.
Mala praxis radical. La fragmentación de las propuestas de Cambiemos en dos ramas –Córdoba Cambia y la UCR- tuvo su expresión más dañina en la elección municipal. Un dato pone de relieve el desconcierto y la subestimación con que los dirigentes identificados con el presidente Macri tomaron la elección municipal: a dos meses de la elección era posible identificar 12 precandidatos a intendentes. Así, el triunfo del peronismo en la capital de Córdoba, uno de los epicentros del antipopulismo, quedó servido.