Transitado casi dos meses del año, miramos el 2020 como algo no muy lejano y no tan distinto en lo que vendrá. Al menos por ahora.
Pero no debemos ver todo con el mismo cristal. Pues, el año que pasó seguramente será recordado por la historia de la humanidad por ser generador de muchos traumas y dolores; pero, al mismo tiempo de grandes desafíos y aprendizajes para la comunidad mundial y en particular para el mundo laboral.
A pesar de nuestras resistencias, los seres humanos nos hemos encontrado en una instancia de “crecimiento acelerado”. Porque, nos haya gustado o no, enfrentándonos a nuestros miedos y enojos, también descubrimos y explotamos recursos propios que desconocíamos o negábamos.
Así, desde esta perspectiva, podemos mencionar algunos rasgos en común en las organizaciones que integramos:
Solidaridad: A pesar del distanciamiento impuesto por los protocolos, nos reinventamos para poder acompañar, apoyar y asistir a quienes lo necesitaban. Descubrimos las “bondades” de la tecnología para ponerla a nuestro servicio, especialmente para quienes no eran nativos digitales.
Trabajo en red: Este concepto se solidificó y multiplicó venciendo muchas barreras culturales, principalmente de la mano del teletrabajo. De esta manera logramos potenciar nuestros objetivos, ayudamos a mantener vivas nuestras organizaciones y fuentes de empleo.
Construir con otros: La valoración de la existencia como equipo -aunque sea de manera virtual-, nos enfrentó a saber que “vamos por la vida con otros”. Es algo que se resignificó y que muchas veces en tiempos de “normalidad” no teníamos en consideración.
Hago lo mejor, preparado para lo peor: Luego del “cachetazo” propinado por la pandemia, facilitó incorporar en los hábitos de planificación aquellos escenarios de extrema dificultad, algo que se solía negar en nuestras formas de organización.
El desafío para lo que viene
Estas experiencias, y tantas otras en este tiempo, nos han preparado para lo que viene y es necesario estar atentos para seguir descubriendo oportunidades; algunas de ellas son:
Autoconocimiento: El trabajo con un mismo, el desarrollo personal para poder acompañar a otros, es un concepto que se deberá tener muy en cuenta, especialmente en la alta gerencia y en los puestos de liderazgo.
Pasar de generar trabajo a “Desarrollar Trabajadores”: El foco estará puesto no tanto en el “trabajo”; sino, en el desarrollo de quienes lo realizan priorizando su empleabilidad con foco en una mirada digital.
Tecnología con liderazgo: Son dos variables de la instancia organizacional que deberán ir de la mano potenciándose juntas y ligadas definitivamente.
Transformación cultural, del miedo a la innovación: La transformación de las organizaciones pasará definitivamente por lo digital, lo que no implica que todos los colaboradores deberán ser “licenciados en inteligencia artificial”, pero si preparados en una cultura que propicie la innovación. No el control, ni la desconfianza.
Marca empleadora vs coherencia con el propósito: Las organizaciones deberán profundizar sobre lo que persiguen y sus prácticas habituales. Ya que para generar una cultura innovadora tendrán que tener mayor consciencia. Así podrán atraer a aquellas personas que necesitan para su desarrollo.
Conectarse y desconectarse: Hemos entrado definitivamente a un mundo “conectado”; para lo cual, tanto desde lo personal y lo organizacional, se deberán desarrollar los hábitos y prácticas necesarias para mantener un equilibrio entre la conexión y la desconexión. Ambas muy necesarias para vivir con calidad.
Por lo tanto, la propuesta es embarcarse y dar el primer paso, que es aceptar lo vivido desde lo personal y organizacional, para luego continuar fortalecidos el camino por delante. Como dice el psicólogo alemán Bert Hellinger: “…preparados miramos hacia adelante y dejamos atrás lo que ya pasó. Solamente cuando dejamos lo pasado estamos preparados para lo que viene. Así preparados, somos libres de todo lo que ya pasó y libres para lo que viene”.