Por Sebastián Visotsky (*)
Existe un consenso cada vez mayor de que los seguros, la transferencia de riesgos y los mecanismos de pool de seguros tienen un papel importante y cada vez mayor que desempeñar, en la lucha contra el cambio climático, particularmente en la compensación de los impactos económicos asociados con eventos catastróficos.
Lo que es menos conocido es hasta qué punto dichos instrumentos fomentan programas y políticas de adaptación y prevención que servirían para minimizar pérdidas y daños futuros y, por tanto, contribuir al desarrollo sustentable de la economía.
Los debates actuales sobre el cambio climático han penetrado la conciencia humana principalmente a través del temor a una mayor frecuencia de eventos climáticos que están, en su mayor parte, relacionados con el agua, como sequías, inundaciones, aumento del nivel del mar, tsunamis y otros. Como humanidad parece que ya hemos dejado atrás la discusión sobre si el cambio climático es producto de la mano del hombre.
Pablo Milanés decía que “las viejas discusiones se van perdiendo entre las razones” y en la actualidad la evidencia científica es categórica, el cambio climático es resultado de nuestras acciones. En este contexto la industria del seguro puede hacer y está haciendo grandes aportes. Por un lado, otorgando cobertura contra estos riesgos, permitiendo la continuidad y la recuperación de las economías luego de eventos catastróficos, pero además aportando la experiencia en medición y control de riesgos y generando mecanismos de prevención.
La medición y el control de riesgos, que es tan natural para los que estamos en la industria, no es parte de la cotidianeidad de los gobiernos y de los distintos sectores de la economía real. El problema se encuentra en que los eventos catastróficos de los que hablamos son poco comunes y esta característica del riesgo es que, gran parte de lo que sabemos sobre él proviene de expertos en lugar de la experiencia directa. Es por eso que aseguradoras y reaseguradoras están ofreciendo servicios de mapeo de riesgo, control y modelos sofisticados de pronosticación incluso como servicio independiente de la adquisición o no de la cobertura.
Estas herramientas son de gran utilidad para los tomadores de decisiones empresariales y gubernamentales a la hora de decidir cuánto invertir en prevención y sobre todo en que invertir. El otro gran aporte de la industria aseguradora es la promoción y el incentivo de medidas de prevención para eventos catastróficos con el beneficio de la reducción del riesgo para los asegurados y el descuento en la prima o incluso la asegurabilidad del riesgo.
Distintos organismos están promoviendo medidas de prevención innovadoras que van desde las alertas tempranas para una rápida reacción y reparación de daños con equipos propios de emergencia hasta proyectos más innovadores con soluciones “basadas en la naturaleza” como la restauración de arrecifes que pueden disminuir la potencia de impacto de las olas de un tsunami hasta un 97% o la plantación de árboles Manglares que proporcionan protección contra fuertes vientos y huracanes. Nuestro país se verá cada vez más amenazado por, inundaciones, sequias y granizos y la implementación de este tipo de soluciones tiene el potencial de mejorar nuestras vidas y nuestra producción.
(*) Doctorando en Economía de la UCA
Especialista en Finanzas, Risk Management y Seguros