A la vuelta de la esquina de la mayor crisis económica, política y social del país, en el 2002, Roque Lenti y su socio Rafael Faucher fundaron GNI, una de las firmas desarrollistas más inquietas del interior del país y que se propone mantener una filosofía de trabajo a lo largo de su recorrido: sumar propuestas y proyectos innovadores, nuevos modelos de negocios en el real estate, nuevas formas de inversión, nuevas plataformas de financiación para que los consumidores accedan a sus hogares.
“El CUIL de GNI lo tuvimos en noviembre de 2002. La verdad que en ese momento nunca pensamos que íbamos a hacer todo lo que hicimos en estos años”, reconoce Lenti.
“Veníamos de una crisis muy profunda. Antes de GNI habíamos empezado a trabajar en el ´96 haciendo algunas obras y también como empresa constructora haciendo algo de obra pública. Esa fue una experiencia muy mala. Nos agarró el quiebre de la municipalidad de Córdoba y nos arrastró. Nosotros veníamos trabajando bien, desde mediados de los ´90 y hasta el 2000 hicimos muchas obras para Megatone. Les hicimos buena parte del desarrollo para una parte del grupo y para el interior del país y una parte de Buenos Aires. Crecimos, empezamos a crecer con obra privada, y en la obra pública tuvimos el primer tropezón. Fue un aprendizaje, pero que nos dejó descolocados”, recrea.
“Pero siempre fuimos un grupo creativo, no perdimos la capacidad de pensar y de soñar. Nos reinventamos. Para fines de 2001 y 2002 pensábamos que la experiencia acumulada nos iba a servir para el futuro si las cosas se acomodaban”.
-¿Veían un potencial en la actividad en un país que estaba seco?
-Sí, el país estaba seco. En ese momento tomamos la decisión, con mi socio Faucher, de hacer un curso acelerado en la Universidad de Belgrano, sobre instrumentación de herramientas para que los arquitectos puedan dar forma a proyectos a través de un formato jurídico nuevo. Algo que no existía: el fideicomiso inmobiliario. Hoy es sumamente obvio y viejo. Pero en ese momento era un instrumento distinto que le daba la posibilidad al inversor de tener mayor seguridad. El fideicomiso tenía un objetivo central, y el arquitecto podía, con esta figura jurídica, darle una seguridad extra a la hora de invertir en un negocio inmobiliario. Nos pareció interesante e innovador. El inversor estaba asustado de todo, y esto era una forma distinta a la hora de pensar en la inversión. De esto no había nada en Córdoba, no se aplicaba para nada. Vimos que podía ser la chance de hacer algo interesante.
-Y después llegaron otros hitos para GNI…
-En poco tiempo nos convertimos en un actor nuevo del desarrollismo, donde siempre pusimos valor a los productos inmobiliarios. Empezamos a tomar prestigio. En 2006 mi cabeza no paraba de pensar, en que había que hacer algo distinto, que éramos más que desarrollistas de edificios. En esos años la gestión de De la Sota formó la Corincor para poner en venta inmuebles de la Provincia. Se dio la oportunidad de una tierra que
estaba en una zona marginal, al margen del río Suquía y que pertenecía a la ex Dipas. Ahí pensamos un desarrollo inédito para recuperar el río y es que nace la idea del Complejo Capitalinas. Lo que quisimos fue darle un lugar al mundo de los negocios nuevo de Córdoba. Fueron años interesantes, donde se gestó la idea de los convenios urbanísticos, de cambiar ordenanzas para generar plusvalías y a partir de ahí promover el desarrollo de zonas que estaban deprimidas. Y se gesta el concepto del Portal del Abasto que, creo, después se quedó rengo.
-Fueron proyectos que prendieron porque se salían un poco de lo que se venía haciendo.
-En ese momento, por ejemplo, hablar de oficinas triple A no existía en Córdoba. Veíamos que esa era la nueva arquitectura que Córdoba necesitaba. Y nosotros teníamos una cartera de inversores, donde había familias importantes de Córdoba, que nos apoyaban. Si después vemos la película de GNI en nuestros puntos de inflexión
tuvimos ese carácter de desarrollar e instalar ideas nuevas. La historia más cercana muestra que la innovación siempre se mantuvo, con distintas facetas: la construcción de un edificio corporativo para la multinacional Globant, por ejemplo, o el lanzamiento de un plan de financiación a largo plazo y en pesos. Hoy, el desafío principal está en la construcción del complejo Pienza que albergará empresas de la economía del conocimiento y, además, un centro médico del Hospital Privado.
“Nos motiva aportar a la ciudad aspectos innovadores, ayudar a la transformación, buscamos generar nueva oferta y a partir de allí crear una nueva demanda. Estamos buscando dar otros saltos. Argentina no va a tener una economía estable. No sé cuándo lograremos estabilizar los valores de inflación, nos va a llevar mucho tiempo. Vamos a momentos difíciles porque los mercados de capitales van a seguir cerrados. Hay que buscar otras formas de invertir”.
-Y en este contexto, ¿Qué significa ser empresario en Argentina?
–Creo que un buen empresario es el que le aporta a la sociedad calidad y valor a las personas. En mi actividad si yo no pensaría así no pensaría en los proyectos que quiero hacer. Sería más fácil ganar dinero sin arriesgarse. Creo que lo que hacemos genera calidad a la ciudad y a la sociedad. Tengo ese compromiso como empresario y la ecuación económica es el resultado de hacer las cosas en esas líneas. Me mantiene vivo tener sueños permanentemente y me llevan a estos desafíos grandes. Son difíciles, pero no estaría completo. Los sueños me dan la posibilidad de hacer cosas concretas y aportar cosas importantes. Creo que es el camino.
No se dice nada sobre cuando comienza Pienza.