Por Eduardo Bocco
Llega febrero, el mes en el que disiparían todas las dudas en el peronismo, según anunciaron los principales referentes del oficialismo en la ciudad. Seguramente de un momento a otro será anunciada la fórmula para la intendencia con un candidato que es el caballo del comisario: el actual vice, Daniel Passerini, quien ya se mueve como el elegido por el gobernador Juan Schiaretti y el propio intendente y aspirante al sillón mayor del Centro Cívico, Martín Llaryora.
El resto de los anotados para la sucesión bajó el perfil, a excepción de uno: Miguel Siciliano (secretario de Gobierno) quien sigue pataleando en los rincones y asegura que no resignará sus aspiraciones. Incluso ratificó lo que le había dicho a Perfil Córdoba hace unos meses: está dispuesto a dar una interna, en una especie de declaración de principios como para vender cara su derrota.
Desde otros despachos del justicialismo tratan de mantener la calma pero advierten: “Siciliano se salvó de milagro tras el escándalo por la frustrada contratación de Ulises y las competencias deportivas en la ciudad… El propio Llaryora no quiso darle un golpe de KO cuando tambaleaba en el ring. Debería pensar lo que hace”.
Lo cierto es que a pesar de la continuidad de su publicidad basada en tiernos pasacalles, lo mejor a lo que puede aspirar es a que él o alguien de su entorno secunden a Passerini en la fórmula. Ese alguien no es otra que Victoria Flores, su esposa y la hija de Olga Riutort. Pero aquí hay un inconveniente: la madre de la titular del Coys, también pretende ser parte de la carrera por el Palacio 6 de Julio representando a una línea del Frente de Todos. Si eso se da, estaríamos ante la presencia de un escenario muy singular y muy complejo de explicar, lo que pondría a la capital provincial a merced de un enfrentamiento político familiar, que posiblemente no ocurra, claro está. De todos modos, potencialmente se trata de un problema.
Otros precandidatos han bajado el perfil y evitan la exposición porque la consideran sin sentido, habida cuenta del avance de Passerini, aunque no hay nada definido todavía.
La ventaja del peronismo es el reino de las arenas movedizas en el que se ha convertido Juntos por el Cambio, que tiene al candidato con mejor imagen, Rodrigo de Loredo, pero por ahora no blanqueó si va a ser candidato a intendente.
El gran acertijo
Mientras tanto, Schiaretti se divierte y no da pistas sobre la fecha de la contienda electoral. En las últimas horas corrió una nueva versión, casi alocada pero que tampoco se puede descartar: habría elecciones unificadas (gobernador e intendente) a mediados de mayo y el gobernador haría el anuncio en febrero, cuando inaugure el período de sesiones ordinarias o unos días después.
Esto repiqueteó con fuerza en los despachos de la Municipalidad de Córdoba y algunas voces del entorno del intendente indicaron que para que esta situación pueda avanzar es necesario que se modifique la ley y que se permita una excepción, tal como ocurrió por última vez en 2019.
Los dirigentes que impulsan esta idea argumentan que el actual “es el peor momento de Juntos por el Cambio, ya que existen miradas internas muy diferentes y a eso hay que aprovecharlo, porque a nivel provincial y en la Municipalidad de Córdoba se vice un clima de indefinición y gobiernan las tensiones”.
Pero no en todas las rutas el peronismo va en patines. En las próximas horas, desembarcará en Villa María el jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien volverá a mostrarse con el intendente Martín Gill, ungido por ahora en una amenaza para las estructuras del oficialismo provincial. Pasó de amigo y aliado a transformarse en un potencial adversario.