Hace dos semanas atrás cumplí con mi deber ciudadano y completé el formulario para el censo nacional que se realizará el 18 de mayo. Una de las primeras preguntas que se formula es acerca de la identidad de género de quien lo completa y la de los integrantes de su familia.
A pesar de ser un tema muy conversado en la sociedad, hasta este momento no lo había asociado a mi universo profesional, el de los seguros. El género es un parámetro importante tanto en el pricing del seguro, como en la
cobertura. Esto es porque existe una relación estudiada y verificada entre el género y la actitud frente al riesgo.
Las mujeres suelen sobrestimar sistemáticamente el riesgo de cualquier tipo, mientras que los varones lo subestiman. Este patrón se ha observado independientemente del contexto y puede observarse en situaciones tan variadas como cruzar la calle, invertir en activos, fumar o hacer deportes de riesgo.
Respecto de los riesgos asociados a la conducción de automóviles se sabe que los conductores varones respetan menos las reglas con mayor frecuencia. Es por eso que en el seguro automotor la frecuencia y sobre todo el daño provocado por conductores varones es mucho mayor que el de las conductoras mujeres.
La irrupción del género como una percepción, crea un inmenso desafío para la industria. En nuestro país fue noticia el caso de un ciudadano salteño que gestionó un cambio de género en el registro civil con el único objetivo de acceder a la jubilación 5 años antes de lo estipulado para los varones. Mientras no existan reglas claras respecto de cómo determinar el género de una persona a los fines de decidir la prima del seguro y su cobertura, se pueden producir situaciones en la que las aseguradoras cometan actos discriminatorios, con la respectiva exposición a demandas, o los asegurados aprovechen ese vacío legal para pagar menos y/o recibir más.
En estos dilemas no estamos solos, el Comité Olímpico Internacional, por ejemplo, ha emitido recientemente una guía para sus afiliados con la intención de cambiar la cuestión de los deportistas transgénero. Hasta el momento se les permitía competir en la categoría femenina dependiendo de sus niveles de testosterona durante 12 meses previos a la competencia, lo que ha suscitado grandes problemas y es por eso que decidieron delegar a cada Federación la potestad de decidir cada caso.
Algún tipo de examen biológico podría ser una de las formas para determinar el género a los fines del seguro. Sin embargo, esto causa un fuerte rechazo social y produce costos para la industria que antes no estaban contemplados.
La percepción de género no es el único cambio importante que tiene proyección en nuestra industria, también el feminismo está generando cambios culturales con alto impacto. Algunos estudios sostienen que la masculinidad es una construcción socialmente aprendida y puede tener efectos nocivos para la salud de los varones, ya que muchos definen los comportamientos poco saludables y riesgosos como masculinos, mientras que ven el uso de la atención médica y los comportamientos que promueven la salud como femeninos.
Las diferencias de género en los índices de mortalidad y las expectativas de vida podrían ser principalmente conductuales y, por lo tanto, prevenibles, ya que son aprendidas en la sociedad y se manifiestan en las formas en que actuamos.
En el mundo occidental la expectativa de vida puede llegar a ser casi 10 años mayor para las mujeres que para los varones. Un estudio de Stanford 1 sostiene que justamente el feminismo, podría reducir esta brecha por medio del aumento de la longevidad de los varones. Países desarrollados con desequilibrio de género (donde los
hombres trabajan y las mujeres se quedan en casa) como Corea del Sur y Japón, que son países ricos con buena educación, pero donde las diferencias en el tipo de ocupación entre los sexos siguen siendo altas los varones mueren, en promedio, a una edad mucho más temprana que las mujeres. Como contracara a esto, en Europa
Occidental y Estados Unidos, donde se ha visto una reducción constante de la brecha de género y una rápida expansión de las oportunidades laborales y sociales de las mujeres desde la década de 1970, la brecha de mortalidad se reduce.
Podríamos decir entonces, que el feminismo, además de abogar por la equidad de género y luchar por la igualdad de derechos de las mujeres en el mundo, contribuye también a extender el promedio de vida masculino.